En torno a Grecia.
Izquierda europeísta, políticas de traición nacional y de guerra contra los trabajadores. Tsipras y el pinochetismo de izquierdas en Grecia
El primer ministro griego Alexis Tsipras está demostrando que no sólo es el alumno más aventajado de Milton Friedman y la Escuela de Chicago: las aspiraciones de Tsipras van mucho más lejos y está en proceso de fundar una propia ideología política, el pinochetismo de izquierdas.
En esta empresa está secundado por la fracción ultraeuropeísta en su partido Syriza y por la nueva y espuria mayoría constituida por esta fracción y por los podridos y corruptos partidos tradicionales de la oligarquía y el imperialismo: la derecha minoritaria de Anel, la socialdemocracia del Pasok y la derecha conservadora de Nueva Democracia. En la oposición parlamentaria quedan los comunistas del KKE, posiblemente la fracción de Syriza contraria a entregarse a las instituciones imperialistas y los nazis de Amanecer Dorado, desgraciadamente uno de los que más pueden beneficiarse de la situación.
Con las condiciones aceptadas por Tsipras y la nueva mayoría parlamentaria para mantener a Grecia dentro de la zona euro y recibir el tercer rescate (léase: el tercer saqueo) se reúnen condiciones similares a las que caracterizaron al golpismo latinoamericano –aunque también de otras latitudes– y las pseudo-democracias coloniales entre las décadas de 1970 y 1990, y especialmente a Chile a partir del golpe de Estado de Pinochet el 11 de septiembre de 1973: ajustes estructurales neoliberales y juntas golpistas o semigolpistas con rostro democrático que prepararon la transferencia del control económico, político y militar a las instituciones imperialistas extranjeras. La comparación con las políticas de Reagan y Thatcher, en cambio, no se sostiene, puesto que el reaganismo y el thatcherismo fueron políticas de ajuste neoliberal implementadas en los centros imperialistas por las propias élites nacionales, a diferencia del pinochetismo, que tuvo lugar en un país periférico y dependiente respondiendo a órdenes e intereses extranjeros.
Atrás quedan meses de resistencia a las condiciones de la antigua Troika (Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional y Comisión Europea) y las instituciones sucesoras que culminó en el referéndum convocado por el propio Tsipras y su gobierno el pasado 5 de julio, mediante el cual una aplastante mayoría de griegos votó y se pronunció por rechazar las antiguas condiciones impuestas por la antigua Troika a Grecia para optar a nuevos préstamos.
La aplastante victoria del No en el referéndum reflejaba el gigantesco rechazo popular griego a nuevas medidas de austeridad, recortes sociales y privatizaciones. Esta gran victoria proporcionó al gobierno de Tsipras una fuerza inmensa y una legitimidad colosal para plantear políticas alternativas de recuperación de soberanía nacional y derechos para los trabajadores. Además, Tsipras y Syriza recibieron la solidaridad de muchos gobiernos e intelectuales progresistas y antiimperialistas en todo el mundo, y el resultado del referéndum permitió en Europa unificar momentáneamente a los contrarios a las políticas de austeridad y recortes con muchos de los partidarios de romper con el imperialismo europeo. Durante unos días, conquistar políticas de soberanía nacional y derechos sociales –incluso con la oposición de las direcciones de la izquierda europeísta– pareció una estrategia completamente realista y factible en muchos lugares de Europa.
Desgraciadamente, Tsipras y su gobierno, junto con la nueva mayoría espuria, agitando el miedo y el catastrofismo ante una posible expulsión de Grecia de la zona euro –el Grexit–, decidió hacer caso omiso de los resultados y de la voluntad popular griega, y aceptó unas condiciones para un tercer rescate que no sólo son mucho peores que las rechazadas por los griegos días antes, sino que convierten en la práctica a Grecia en una semicolonia de las instituciones imperialistas dominadas por la competencia entre Alemania y Estados Unidos.
Renunciando a recuperar la soberanía nacional, Tsipras y la fracción ultraeuropeísta de Syriza han hecho navegar estos últimos días a Grecia entre los dos proyectos imperialistas de construcción europea.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) –que, de forma insólita y rompiendo con toda su tradición, ha elaborado varios informes donde sostiene que la deuda griega es insostenible y pide una quita de la misma– y Mario Draghi, antiguo ejecutivo del Banco Mundial y del gigantesco banco estadounidense Goldman Sachs, y ahora presidente del Banco Central Europeo. Tanto el FMI dominado por EE.UU. como Draghi –el hombre que gestiona los intereses estadounidenses en la construcción europea–, auxiliados por el presidente francés Hollande, trataron de evitar el Grexit que exigía Alemania. Los temores a graves repercusiones geopolíticas por un eventual acercamiento de Grecia a Rusia, así como al aumento del poder de decisión de Alemania en el proceso de construcción del bloque europeo, convirtieron a las negociaciones en una maratón frenética.
La tragedia griega muestra claramente que la izquierda europeísta constituye una fuerza real o potencialmente quintacolumnista en el seno de los pueblos y los trabajadores.
¿Golpe de Estado de la Unión Europea o autogolpe de Tsipras y sus nuevos aliados oligárquicos y antipatrióticos?
La hipótesis de golpe de Estado fue adelantada por algún protagonista de estos últimos meses, como el ex ministro de finanzas Yanis Varoufakis –un temido ogro para la Troika– o también por el premio Nobel de economía Paul Krugman. La naturaleza de ese golpe de Estado no está bien definida, pero la hipótesis de un autogolpe pseudo-pinochetista no puede descartarse por varias razones.
En primer lugar, las medidas aprobadas representan la esencia más pura del liberalismo salvaje basado en la guerra contra los trabajadores y otros sectores populares, siguiendo la doctrina que Milton Friedman y la Escuela de Economía de Chicago elaboraron en la década de 1970 como receta para pagar las inmensas deudas externas que tenían casi todos los países de América Latina y el Caribe: ajustes estructurales radicales (privatizaciones y liberalización de casi todos los servicios públicos, recortes drásticos de la inversión del Estado, ataques contra los salarios y las pensiones, destrucción de derechos laborales e impuestos que repercuten en las capas más pobres, entre otras medidas). Chile fue el laboratorio avanzado de este tipo de medidas y Pinochet el brazo de hierro ejecutor de las directrices del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, la CIA y el Pentágono. Las mismas recetas que recetó Friedman y que aplicaron en Chile y otros países se aplicarán a partir de ahora en Grecia.
En segundo lugar, las medidas aprobadas convierten de facto a Grecia en un país semicolonial y totalmente intervenido por las instituciones dominadas por el imperialismo alemán y el de EE.UU., que controlarán no sólo la aplicación de las condiciones dictadas por esas instituciones sino también el organismo creado para fiscalizar la privatización del patrimonio del pueblo griego (el sector público: puertos, ferrocarriles, aeropuertos, telecomunicaciones, etc.), que servirá para recaudar fondos destinados a retornar los préstamos recibidos en el tercer rescate. Es decir, al igual que las dictaduras y pseudodemocracias latinoamericanas de 1970 en adelante, el gobierno griego pierde las últimas facultades de controlar su propia economía, y su parlamento y su gobierno se convierten en instituciones que sólo serán necesarias para tramitar las directrices emanadas de Bruselas y Berlín. Esto significa que, si bien formalmente Tsipras y su gobierno fueron elegidos por las urnas y después por el parlamento siguiendo correctamente los protocolos de las democracias burguesas, al firmar los acuerdos han aceptado convertirse en funcionarios y administradores de las instituciones europeas.
En realidad hay indicios de peso para considerar que lo ocurrido en Grecia responde a un autogolpe de Tsipras y la nueva mayoría parlamentaria –con el evidente beneplácito de las instituciones imperialistas de la antigua Troika–, aunque sólo sea al aceptar el acuerdo firmado con las instituciones europeas. Las medidas defendidas por Tsipras y la nueva mayoría formada por la coalición con los partidos oligárquicos de derechas y de izquierdas –Nueva Democracia y Pasok– constituyen una ruptura completa con el programa electoral de Syriza que llevó a este partido a conseguir la mayoría parlamentaria en las elecciones celebradas hace unos meses, y que permitieron a Alexis Tsipras convertirse en primer ministro. También constituyen una violación flagrante del resultado del referéndum convocado el 5 de julio por el propio Tsipras, por el cual una gran mayoría de electores votaron abrumadoramente contra el paquete de medidas anterior que habían propuesto las instituciones europeas y que era sustancialmente mucho menos agresivo que el que finalmente ha aceptado Tsipras y sus aliados oligárquicos. Esto significa que, al igual que el golpismo latinoamericano de la década de 1970 en adelante, Tsipras y la nueva mayoría han promovido la vía golpista –eso sí, de momento un golpismo “soft”– al violar groseramente todo el programa electoral de Syriza que le llevó al poder y los resultados del referéndum del 5 de julio. Tsipras, que por cierto acaba de remodelar su gobierno depurando los elementos patrióticos, dirige una junta golpista con fachada democrática.
Por el momento la junta de Tsipras y su declaración de una guerra a fondo contra los trabajadores y la patria no ha sido acompañada de medidas sangrientas y brutales de represión policial, en parte porque la profunda desmoralización causada por lo que se interpreta por muchos griegos como una traición de Tsipras ha evitado una movilización masiva y popular contra la junta antipatriótica y sus medidas. Pero nadie puede impedir que eventualmente este pinochetismo de izquierdas abra paso a un pinochetismo de derechas –caracterizado por las represiones brutales y las matanzas– para garantizar el cumplimiento de las condiciones firmadas. Si eso ocurriera, las hordas nazis de Amanecer Dorado sin ninguna duda serían empleadas como fuerza de choque contra los trabajadores y la resistencia patriótica y popular.
Las dos almas de Syriza: ultra-europeístas contra semi-europeístas o patriotas
El Partido Comunista de Grecia consideró desde el primer momento que el referéndum era un engaño y que todo Syriza en bloque defendía las políticas imperialistas de la Troika. Como alternativa a las propuestas de Syriza, el KKE promovía unas propuestas basadas en la salida inmediata del euro, de la Unión Europea y de la OTAN, y en la instauración automática del llamado «poder obrero».
La realidad parece ser mucho más matizada. Syriza es un conglomerado de organizaciones políticas de diferentes ideologías y tendencias, que abarca desde la socialdemocracia europeísta, proudhoniana y keynesiana, hasta algunas corrientes de extrema izquierda rupturistas. Frente a Tsipras y la nueva mayoría parlamentaria que apoya a la junta se ha alzado la fracción más patriótica y representante de los intereses populares dentro de Syriza, que tiene la mayoría absoluta dentro del órgano de dirección del partido (el Comité Central), pero es todavía una minoría muy pequeña dentro del Parlamento respecto a la fracción europeísta y por tanto carece de fuerza parlamentaria para detener el autogolpe. La postura de esta fracción no implica que carezca de una agenda o una ideología europeísta, pero esta ideología es subalterna e incluso puede ser sacrificada –como han mostrado algunos de sus dirigentes pronunciándose por romper con el euro o con el retorno a la antigua moneda griega, el dracma– frente a los intereses patrióticos y populares que chocan con el dogma europeísta.
Dentro de la fracción patriótica, la figura del ex ministro de finanzas griego y auténtico ogro de la Troika, Yanis Varoufakis, merece destacarse por su honestidad. Primera víctima del éxito del No en el referéndum del 5 de julio, dimitió inmediatamente –probablemente fue cesado por Tsipras, que no quería un patriota al frente de las negociaciones– y su cabeza fue el regalo que ofreció el pinochetismo de izquierdas a las instituciones de la antigua Troika como muestra de buena voluntad y de sumisión a la dictadura europeísta. La presidenta del parlamento griego Zoi Konstantopoulou o el ya ex ministro de Energía Panagiotis Lafazanis son otras de las destacadas voces honestas dentro de Syriza que están denunciando y combatiendo la traición contra los intereses patrióticos y populares por parte de la junta.
El reto ahora mismo es conseguir trasformar estos rechazos y denuncias en organización y alternativa. Después de lo sucedido en estos últimos días, la realidad ha desmentido que Syriza sea un bloque monolítico dirigido contra los intereses de los trabajadores griegos y a favor de los intereses de la oligarquía y la Troika. Una alianza del KKE con las fuerzas progresistas, patrióticas y populares que existen dentro y fuera de Syriza podría impulsar las energías populares para poner en jaque al pinochetismo de izquierdas y los intereses de la Troika e incluso elaborar una alternativa realista. La desunión y las posturas maximalistas, sean del bando que sean, pueden resultar nefastas en estos momentos de grave crisis al provocar enfrentamientos y desmoralización entre los sectores populares.
Pero no hay dudas de que al igual que el pueblo griego y su heroica clase obrera lucharon contra la antigua y sangrienta dictadura militar instaurada por la OTAN, también lo hará esta vez contra el pinochetismo de izquierdas y de derechas.
La izquierda europeísta como Quinta Columna de la oligarquía europea: las políticas de traición nacional
La ideología oficial de las organizaciones de la izquierda europeísta es un rancio keynesianismo –fracasado hace ya cuarenta años y abandonado por la socialdemocracia– mezclado con un democratismo infantil que asume el discurso de la democracia oligárquica como el único marco posible y real de actuación política. La izquierda europeísta no ha hecho más que recoger la vieja ideología socialdemócrata abandonada por los partidos socialistas escorados hacia el neoliberalismo y la ha adornado con elementos modernos como la unidad europea, la Tasa Tobin, la renta básica, el ecologismo burgués y los movimientos de igualdad sexual.
Muchas de las organizaciones de la izquierda europeísta, al igual que sucede con Syriza, están constituidas por varias corrientes que les confieren un carácter heterogéneo. Algunas de ellas son euroescépticas o incluso antieuropeístas, pero su influencia dentro de las organizaciones europeístas es insignificante y acaban tolerando el europeísmo en nombre de la unidad porque no se considera un grave problema que deba provocar discrepancias internas. A efectos prácticos, la izquierda europeísta presenta su propio proyecto de unidad europea sin fisuras, y este proyecto se denomina «Europa democrática y social» o «Europa de los pueblos». El objetivo de la izquierda europeísta es hacer calar entre los trabajadores y los pueblos el mensaje de que es posible una unidad europea que contemple los derechos sociales y laborales sin necesidad de romper el marco político y económico vigente. Se trataría de una Europa democrática donde los intereses de los trabajadores defenderían sus propuestas de igual a igual con los grandes poderes –públicos y privados–, las instituciones y el mundo de los grandes negocios y las altas finanzas en el marco de un corporativismo europeo harmonioso.
Partiendo de la base que la unidad europea y el euro son conquistas progresistas irrenunciables, la izquierda europeísta defiende algunas medidas redistributivas y paliativas que alivien la catástrofe social y el desempleo a través del crecimiento. Su obsesión es luchar contra la austeridad –de ahí el keynesianismo– planteando que son posibles «otras» políticas en el marco actual –definido por la democracia oligárquica y la economía capitalista dominada por los grandes monopolios industriales y financieros– que respondan a los intereses de los trabajadores. La estafa queda oculta porque no se explica en ningún momento que los grandes intereses políticos y económicos de la oligarquía financiera y sus fieles servidores jamás van a permitir que se realicen políticas que dañen sus intereses estratégicos, y que el capital jamás va a invertir allá donde no espere obtener unos intereses razonables, imposibles en tiempos de crisis.
En este sentido, las políticas de la derecha oligárquica son más honestas y realistas que las de la izquierda europeísta: para que sean atractivas las inversiones del capital privado es imprescindible garantizar una rentabilidad mínima y libertad de movimientos al capital. Y eso pasa por hacer más apetecible y sumisa la fuerza de trabajo –reformas laborales y recortes salariales–, la liberalización y privatización –nuevos y frescos mercados– y el control de las materias primas y fuentes de energía –que implica alianzas con regímenes reaccionarios y semicoloniales, el genocidio de los pueblos y la destrucción de los Estados antiimperialistas, descalificados como «dictatoriales», como fueron los casos de Yugoslavia, Irak, Libia y en la actualidad Siria. En este último aspecto, ha habido un apoyo entusiasta de gran parte de la izquierda europeísta, política y sindical, a las acciones militares de la OTAN que apoyan la recolonización de los territorios liberados décadas atrás.
La conciencia de construir un proyecto que una democráticamente a todos los europeístas –una democracia neutra y despolitizada, que ya no entiende de clases sociales–, de derechas y de izquierdas, burgueses y trabajadores, oligarcas y pobres, imprime a la izquierda europeísta la necesidad de privilegiar la unidad europea ante todo, aunque tenga que renunciar a la política que ha defendido anteriormente, aunque tenga que traicionar los intereses de los trabajadores que dice defender. Aunque tenga que traicionar los intereses de su propio país.
No hay ninguna duda de que entre los europeístas de izquierdas convencidos hay personas extremadamente honestas que jamás sospecharían de las peligrosas consecuencias de su ideología. Pero en política el resultado es indiferente que se haga desde el desconocimiento, la ingenuidad o la traición consciente: es el mismo.
Es por ello irrelevante saber si Tsipras ha sido un cobarde, un ingenuo o un traidor. Pero la traición indiscutiblemente se ha producido, así como el autogolpe de la junta patrocinada por la Troika. El europeísmo ha sido el vehículo ideológico que ha impulsado la traición: el pinochetismo griego debe demostrar ante las instituciones europeas que es más europeo que nadie, y que está dispuesto a imponer los sacrificios necesarios para que la Unión Europea «salve» a Grecia y Grecia «salve» la unidad europea y el euro impidiendo un Grexit. Y por este motivo Tsipras ha firmado unos acuerdos que no sólo implican una declaración de guerra salvaje y brutal contra los trabajadores griegos, sino también una humillación nacional sin precedentes en la Europa moderna. Y, a pesar de los golpes en el pecho de un Tsipras desesperado por mostrar como fruto de su lucha heroica contra la antigua Troika que el fondo de privatizaciones tenga su sede en Grecia y no en Luxemburgo –unas actitudes teatrales que producen vergüenza ajena y no hacen más que aumentar la humillación y el dolor del pueblo griego–, Grecia se convierte, al igual que América Latina y Chile desde 1973, en una semicolonia de las instituciones financieras y de poder extranjeras.
Por más que la izquierda europeísta haya cacareado sobre derechos sociales, lucha contra la austeridad e incluso sobre el poder de la oligarquía, las verdaderas «líneas rojas» que esta izquierda jamás iba a traspasar son la estabilidad de la Unión Europea y del euro. Alexis Tsipras y muchos de los diversos representantes nacionales de la izquierda europeísta han manifestado reiteradamente que ellos actuaban en defensa de la unidad europea y el euro, y criticaban a Alemania por imponer unas políticas basadas en su egoísmo nacional, que ponían en peligro la estabilidad de la unidad europea. De esta manera, mostrándose ridículamente como el salvador de la unidad europea y el euro, Tsipras ha escogido declarar una guerra salvaje y sin cuartel contra los trabajadores griegos.
El democratismo es otro de los dogmas de la izquierda europeísta, que plantea que dentro de la Unión Europea existe un llamado «déficit democrático» y son necesarias algunas reformas para permitir articular las demandas de los trabajadores y los sectores populares. La consigna de moda es: «la democracia frente a los mercados», como si los «mercados» –en realidad, los monopolios y multinacionales imperialistas– permitieran tomar decisiones que les afecten, enternecidos por la dulce retórica democrática.
Precisamente esta fue la lectura que Tsipras dio a los resultados del referéndum: para él no se trataba de la voluntad del pueblo de romper con la lógica seguida hasta ahora, sino de un hecho democrático ejemplar que lo elevaba en su talla de demócrata europeísta y que haría remover las conciencias de los eurócratas y los oligarcas. El referéndum, que podía haberse convertido en la primera gran batalla de una gigantesca lucha patriótica y de clases contra la oligarquía y la dictadura europeísta, se transformó así en una parodia que no hizo más que envalentonar a la oligarquía contra la insolencia de un Tsipras que pensaba dar lecciones con el arma de la democracia. Tispras fue a la vez culpable y víctima de su propia ideología democratista y su utilización aventurera y oportunista del referéndum y de la lucha popular le llevó a ser una marioneta de los poderes oligárquicos. De ahí al autogolpe no había más que un mero trámite parlamentario y la «democracia ejemplar griega» se convirtió en otra variante del neofascismo democrático.
Conclusión: del europeísmo de izquierdas al pinochetismo de izquierdas
El caso de Grecia es el ejemplo práctico, descarnado y brutal de cómo el europeísmo representa, de forma real o de forma larvada, la Quinta Columna y la traición nacional en el seno de los pueblos. Las utopías reformistas de la izquierda europeísta se convierten en pesadillas impracticables en el marco de la democracia oligárquica europea y los monopolios imperialistas. Hundidos los buques carcomidos del proudhonismo y del keynesianismo por las fortalezas de las instituciones europeas, la izquierda europeísta sólo puede aspirar a salvar del naufragio ideológico lo único que no es peligroso para la oligarquía imperialista: el europeísmo. La ideología europeísta lleva a la izquierda a esforzarse en aplicar de forma más dura que nadie las políticas antipopulares y antipatrióticas dictadas por la oligarquía, a cambio de la unidad europea y de la salvación del euro, y de vagas promesas de lucha contra la austeridad y crecimiento económico en un futuro muy remoto. Esta siniestra falacia la justifican afirmando que la gestión de los ajustes estructurales es mejor que se realice por la izquierda europeísta para garantizar el mínimo daño a los intereses de los trabajadores.
Tsipras y la fracción ultraeuropeísta de Syriza han constituido una junta golpista y se han embarcado en políticas que, de ser aplicadas por las fuerzas de derecha o socialistas, habrían levantado oleadas de denuncias y reproches. Son políticas, además, que violan frontalmente su programa electoral, los resultados del referéndum y la santificada lucha contra la austeridad. A pesar de estos hechos irrefutables y comprobados, las organizaciones de la izquierda europeísta no sólo no han tomado ninguna medida contra Tsipras y su fracción antipopular, ni siquiera lo han criticado. Al contrario, las acusaciones van dirigidas contra el parlamento griego de forma genérica o contra las instituciones europeas, como si la firma de Tsipras no fuera imprescindible para su aprobación.
La izquierda europeísta protege a Tsipras y a la fracción quintacolumnista de Syriza por un motivo fundamental: porque sabe que en caso de hallarse ante la misma situación que Tsipras, probablemente no le temblaría el pulso y firmaría lo que exigieran los poderes imperialistas extranjeros en nombre de la unidad europea y del euro. Esta es la evidencia de cómo la culminación del quintacolumnismo europeísta conduce a las políticas de traición nacional y de represión a los sectores populares.
Hay que remarcar que en España, donde se están produciendo diversos reagrupamientos de la izquierda europeísta y diversos proyectos de la denominada «unidad popular» con diversos nombres y organizaciones políticas, se han dejado correr ríos de tinta, debates y exabruptos por parte de todos los actores implicados acerca de la necesidad de ciertas fuerzas de acudir unidos o por separado ante las próximas elecciones generales, y lo mismo puede decirse del independentismo y nacionalismo de izquierdas que pretende que dentro de la Unión Europea y el euro habrá libertad y progreso para los pueblos.
En este sentido, hay dos elementos fundamentales que se han secuestrado en estas propuestas –al menos por los que llevan la voz cantante–, pero que son decisivas para plantear cualquier alternativa. Se trata de la relación con el euro, la Unión Europea y los centros financieros y de poder imperialistas que impiden cualquier política favorable a los intereses populares, o la estrategia de recuperación de la soberanía nacional y de democracia popular al sacrificar la lucha por la reinstauración de la República. A la luz de la experiencia griega, nadie puede negar que sin plantear estas cuestiones se va a cometer una nueva estafa monumental contra los trabajadores del Estado español y contra los intereses patrióticos.
La izquierda europeísta hace años que enterró a Marx y escupió sobre su tumba para homologarse a las democracias imperialistas y recibir la aprobación y las palmaditas en la espalda de la oligarquía europea. En ese viaje de homologación trató de desenterrar dos cadáveres que constituyeran unos referentes aceptables para la oligarquía: Proudhon y Keynes. Lamentablemente, debido a su avanzado estado de descomposición estos cadáveres resultaron inservibles y la izquierda europeísta sólo pudo encontrar un cadáver que todavía no había sido corrompido por el paso del tiempo: se trata del cadáver de Pinochet, al que ahora está resucitando urgentemente como solución para la crisis en Grecia.
Enrique Castells Turia
Pedro Prieto
Creador y coeditor de
CrisisEnergetica.org desde 2003. Miembro del panel de ASPO International desde
2006. Vicepresidente de AEREN.
Repasando la historia
griega, uno recuerda a Dracón, en el siglo VII a.C., el tipo que primero
intentó ajustar los machos a la aristocracia griega. En el 621, algo harto de
que los nobles juzgasen arbitrariamente las cosas, siempre en su beneficio
(esto nos recuerda a nuestros tribunales nombrados por esta nueva aristocracia)
se le ocurrió en el 621 a .C.
recopilar y hacer públicas las leyes existentes para conocimiento general, que
hasta entonces se transmitían oralmente y operaban siempre en beneficio de los
mismos.
Este código
contemplaba penas muy severas (draconianas), obviamente y sobre todo, al gusto
de la aristocracia, aunque a pesar del susto de estas élites, apenas tocaban
asuntos contra el homicidio y del derecho común. No había ni empezado y no le
dieron los cien días preceptivos de las modernas democracias, como a algunos
que yo me sé.
Y entonces llegó Solón
en el 594 a .C
y fue nombrado arconte. Para esas fechas, la situación en Atenas se había
agravado notablemente y los pobres y empobrecidos se encontraban exasperados,
con crecientes ideas de liberarse del yugo de los nobles y de tomar el gobierno
de la ciudad, mientras los nobles estaban dispuestos a defender sus
privilegios. El nombramiento de Solón, fue un intento de compatibilizar los
incompatibles intereses de ricos y pobres. Recurrieron para ello a un filósofo
y no a un político al uso.
Interesante transición
aquella de la aristocracia a la democracia. Fue una muy antigua suerte de
transición. Dio participación en el gobierno a todos los ciudadanos. Hasta
entonces, un hombre perdía su libertad y quedaba convertido en esclavo si no
podía pagar las deudas contraídas. Y conociendo la naturaleza de las deudas
crecientes, abolió todas las deudas de esta naturaleza y que se libertase a
todos los ciudadanos que hubiesen quedado esclavizados por deudas de este tipo.
Aunque sus reformas,
que incluyeron mejoras del censo, que hasta entonces no importaba a la
aristocracia, llegaron a mejorar algunos estratos medios, pero las clases más
bajas no llegaron a obtener el reparto de tierras con el que soñaban.
Solón entonces se
desterró voluntariamente de Atenas diez años en los que viajó por Egipto,
Chipre y Asia Menor, para comprobar a su vuelta que las clases medias no habían
sabido aprovechar la oportunidad, aunque ciertamente mejoraron a Grecia y le
dieron unos años más de subidón y grandeza. Terminó siendo nombrado uno de los
siete sabios de Grecia.
Hoy repaso los
titulares de nuestros grandes medios y veo que seguimos como hace 2.600 años.
Veo aristocracia con
privilegios. Veo un sistema judicial corrompido hasta las cachas y juzgando de
forma torticera y prevaricadora por doquier. Veo gente harta e indignada. Veo
que algún filósofo empieza a desplazar a los políticos al uso llamado por la
presión popular (populista, dicen los aristócratas asustados). Veo algunos
intentos nobles de eliminar la deuda que se sabe sólo puede conducir a la
esclavitud, con una enorme resistencia (más que draconiana) de los acreedores,
a los que se les acaba el negocio, por exceso de avaricia y por haber
sobrepasado los límites de lo extraíble. Veo a algún que otro dirigente que ha
tomado la cabeza y luego se ha desterrado voluntariamente (salvando las
diferencias y el tiempo, Monedero, Varoufakis). Veo que las propuestas apenas
alcanzan para que la deteriorada clase media vuelva a dejar de estar
esclavizada (ahora se denomina a esto la “pérdida del Estado de Bienestar”),
pero ni siquiera proponen como hizo Fidel o Chávez (llegó el comandante y mandó
a parar) distribución de tierras o reparto a los más miserables. Veo algún
atisbo de censar a los miserables y desnutridos, como los que hoy Carmena
descubre bajo las alfombras, que son 10 veces más de los que contabilizada a
regañadientes la aristócrata anterior. Veo a la aristocracia queriendo
ejemplarizar sobre los Espartacos rebeldes, incluso aunque se han puesto de socialdemócratas
moderados (que los otros ven como draconianos bolivarianos y comunistas de
checa), más por el fuero que por el huevo. Que se sepa quienes mandan, es para
los que mandan lo importante. Si doblegan los pobres, hasta están dispuestos a
ceder alguna ración extra, reducir en algo los latigazos o hasta hacer una
quita parcial de deuda, pero primero los quieren arrodillados y reconociendo
que el sistema es intocable. Y sigo viendo, ¡oh dolor!, a la clase media,
ignorante de lo que se avecina, buscando volver a la cornucopia pre-ladrillera
y seguramente, con afán dilapidador, de la mano de sus recién estrenados
salvadores; igual de ignorantes sobre los límites de los recursos y el
agotamiento inexorable de los mismos, que sus aristócratas gobernantes.
Los griegos fueron de
los primeros ciudadanos, agrupados ya en polis, o en ciudades Estado, en
atisbar la conveniencia de pasar de aristocracia a democracia, aunque con todas
las imperfecciones y limitaciones de la época hace ya 2.600 años. Hoy apenas se
estudian estas cosas de los clásicos, pero estamos de nuevo en las mismas de lo
viejo.
Voy a ver si logro
entrar en el barril de Diógenes, al que no se por qué le achacan acumular
basura, algo más propio de esta civilización que no de la vida de aquel gran
cínico, el más asceta de todos, que hasta el cuenco de beber arrojó cuando vio
a un niño que bebía de la fuente con la mano. El único que se cagó en la pompa de
Alejandro Magno. Me cago en todas las pompas de este mundo.
---+--
Yanis Varoufakis ha hablado por primera vez desde que dejó su
puesto como ministro de Finanzas griego. Lo ha hecho en una entrevista en la publicación
NewStatesman. Una entrevista en la que hace un repaso a su
experiencia personal, pero al tiempo da una mirada sobre la negociación y las
fuerzas que mueven la
Unión Europea , que no dejan de ser reveladoras.
“Los ‘poderes reales’ son como temías…”
En el sentido personal, Varoufakis, después de dejar su cargo, dice sentirse “liberado”. “Dormía dos horas cada día durante 5 meses… También liberado por no tener que mantener ya esta increíble presión por defender una posición que encontraba difícil de defender…”. Pero asegura que la experiencia de estos meses de extremadamente duras negociaciones con la Troika le han resultado positivas…, incluso en lo negativo.
En el sentido personal, Varoufakis, después de dejar su cargo, dice sentirse “liberado”. “Dormía dos horas cada día durante 5 meses… También liberado por no tener que mantener ya esta increíble presión por defender una posición que encontraba difícil de defender…”. Pero asegura que la experiencia de estos meses de extremadamente duras negociaciones con la Troika le han resultado positivas…, incluso en lo negativo.
Por ejemplo, Varoufakis habla de lo que llama una especie de
poderes ‘oscuros’… En concreto, reconoce que le gustó “la información oculta
que uno consigue (al ocupar un puesto así)… que se confirmen tus peores
temores… Tener “los poderes reales” hablándote directamente, y ver que son como
temías…, que la situación es peor de lo que imaginabas!”. Y cuando el
periodista le pregunta a qué se refiere, Varoufakis responde: “la completa
falta de escrúpulos democráticos en nombre de los supuestos defensores de la
democracia de Europa. El sobreentendido de la otra parte de que estamos en la
misma lógica analítica… (Y aún así) tener a figuras muy poderosas mirarte a los
ojos y decirte “Tienes razón en lo que dices, pero vamos a machacarte en cualquier
caso””.
Alex corros.
Y Syriza parió un ratón.
Rafael Cid.
Mientras la Cuba de los hermanos Castro
corona 56 años de revolución descubriendo el neocapitalismo (“Obama es un
hombre honrado”), el fiasco griego representa el enésimo ejemplo de lo que
espera cuando la ética abandona la política y se subvierten fines y medios.
Aunque el autoengaño prevalezca a la griega haciendo que un parlamento repudie
lo que acaba de aprobarse en referéndum por todo el pueblo (como antes hicieron
Francia y Holanda con el Tratado Constitucional europeo), el desenlace es
siempre parecido: un vagar atropellado de victoria en victoria hasta la derrota
final.
Una burbuja política. Otra burbuja, como
la que está en el origen de la denunciada crisis económica, es lo que encubría
el fenómeno Syriza que tantas loas ha despertado entre aquellas formaciones,
tipo Podemos, que creen que el fin justifica los medios y que todo vale para
alcanzar el poder, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Objetivo cumplido,
pues. Syriza ya tiene el poder y el poder tiene a Syriza. El griego es uno más
de los gobiernos que han tomado al pueblo como rehén para su particular juego
de tronos. Eso sí, con el “eximente” de consumarlo bajo la bandera de una
coalición radical de izquierdas. Donde Felipe González apañó aquel “OTAN, de
entrada, No”, para continuar en la agresiva alianza militar, Syriza ha recreado
una consulta al son de “Troika, de entrada, tampoco” para terminar proclamando
¡vivan las cadenas!
La derrota sin paliativos de Tsipras, que
a buen seguro la izquierda autoritaria tratará de codificar aquí y allá como
una victoria estratégica, debería tener consecuencias para la experiencia de
las gentes que ambicionan otro tipo de sociedad, más justa, más libre, más
solidaria, más sostenible, más inclusiva, menos violenta y desfinanciarizada.
No cabe mirar para otro y buscar excusas en la objetiva maldad (obvia) del
adversario. Syriza ha defraudado las expectativas que ella misma
voluntariamente fomentó con su programa entre una mayoría social harta de las
políticas austericidas de los clanes financieros mundiales.
Pero además ha dinamitado valores de participación democrática, que tanto molestan a las cúpulas de la Troika (ahora que se esfumó Varoufakis deberíamos reconsiderar esa “gran conquista” semántica que significó renombrarla como “las instituciones”), al aceptar en la mesa de negociaciones lo que el pueblo griego rechazó en referéndum unos días antes. Esta curiosa manera de trajinar la cosa pública por parte de Syryza y su impresentable asociado ANEL, recuerda aquel dicho del déspota-gañán: diga usted lo que quiera que yo haré lo que me déla gana. El gesto se llama
autocracia. Es el modelo de referéndum-plebiscito que han utilizado dictadores
de toda laya para ungirse en baños de masas, desde Franco a Fidel, por cierto,
dos contrincantes bien avenidos.
Pero además ha dinamitado valores de participación democrática, que tanto molestan a las cúpulas de la Troika (ahora que se esfumó Varoufakis deberíamos reconsiderar esa “gran conquista” semántica que significó renombrarla como “las instituciones”), al aceptar en la mesa de negociaciones lo que el pueblo griego rechazó en referéndum unos días antes. Esta curiosa manera de trajinar la cosa pública por parte de Syryza y su impresentable asociado ANEL, recuerda aquel dicho del déspota-gañán: diga usted lo que quiera que yo haré lo que me dé
Porque lo que han hecho Tsipras y sus
afines es abrazar el mismo dictado que famoseó la “dama de hierro” Margaret
Thatcher. Aquel dantesco “no hay alternativa” sobre el que se levantó el
tinglado de la crisis sobrevenida por culpa (por nuestra grandísima culpa) de
haber “vivido por encima de nuestras posibilidades”, y de soslayo el
consiguiente desmoche del Estado de Bienestar monitorizado desde el aparato de
ese mismo Estado. Solo que en este caso quien aprieta el botón del
pánico-esperpento no es el enemigo advertido sino “uno de los nuestros”. De ahí
que si, en lugar de revisar el diagnóstico que llevó a confiar (¿ciegamente?)
en el oráculo Syriza, la sedicente izquierda se limita una vez más a echar
pestes de “los acreedores” y su corte de replicantes, ni siquiera podrá
aprender de sus errores. Y eso que el “socialismo científico” que predica, de
hacer honor a su apellido, debería avanzar en un zigzag creciente de “prueba y
error”.
Fue Aristóteles el que distinguió entre
“economía” y “crematística”, una coyuntura que idealmente ha marcado la apuesta
de Syriza frente a la
Troika. Le “economía” entendida como el proceso de
satisfacción de necesidades, y su desviación espuria, la “crematística”, la
búsqueda de beneficio como principal motivación del proceso económico. Diríase
que la primera intención de la autodenominada “coalición radical de izquierdas”
(sobre el papel de su propuesta electoral) sería refutar la deuda exigida por
Bruselas como un débito crematístico ilegal e legítimo, y aceptar únicamente la
partida de economía justa contenida en el consolidado reclamado. El referéndum
contra las medidas “inaceptables” de los “terroristas” y el “chantaje” de las
instituciones” con “responsabilidad criminal” en el affaire tenía en ese
contexto una primera lectura atinada y razonable.
De ahí la esperanza despertada en muchas
otras sociedades diezmadas por los rigores criminales del austericidio. En ese
orgulloso activo se incluía el informe conforme con ese rechazo del Comité de
la Verdad de la Deuda; las opiniones solventes y valientes de los Premios Nobel
de Economía Stiglitz y Krugman para abandonar la trampa de la deuda; y hasta el
recurso a la democracia directa que implicaba el referéndum para un gran “No”
(“Oxi”) vivificador. De alguna manera, confortaba recordar que la democracia
nació en Grecia precisamente en momentos críticos, como respuesta a una
humillante derrota en la Guerra del Peloponeso. La conocida “Oración Fúnebre”
que el trazo firme y animoso de Tucídides nos legó. La alternativa era entre la
utopía de una economía justa, eficiente y solidaria, en un mundo con recursos y
potencial sobrados para satisfacer todas las necesidades humanas (horizonte
alcanzable siempre que se creen las condiciones de responsabilidad, coherencia
y coraje cívico para la apuesta directa), y la distopía realmente existente de
un sistema ferozmente desigual, depredador y caníbal, que reproduce una vida en
cautividad y dependencia de los más por los menos.
¿Entonces cómo la montaña parió el ratón?
Pues, como de costumbre, olvidando las generales de la ética política.
Manejando tiempos y espacios en clave jerárquica, de ordeno y mando, con
estructuras partidistas piramidales, burocráticas y decisionistas monopolizadas
por cúpulas dirigentes y hombres providenciales. Ese paso a paso se construyó
en Syriza con un cúmulo de dejaciones solapadas por la habitual fanfarria
acrítica de fieles y sobrevenidos. Primero se olvida que la victoria en las
urnas no ha sido tan determinante como se preveía (otra cosa es que el sistema
electoral en Grecia beneficie a la candidatura más votada con un plus de 50
escaños extras); después se forma gobierno con un partido situado en las
antípodas ideológicas, militarista y xenófobo; luego se consiente formar
gabinete sin una sola mujer en su composición, y de esta forma, piano piano,
vana retórica aquí, grandilocuencia allá y patrioterismo acullá, se levanta el
edificio que nos devuelve a la casilla de salida del más de lo mismo.
Tiene razón el escritor heleno de novela
negra Petros Márkaris cuando dice que Syriza no es un grupo de izquierda sino
una formación euroescéptica. Y en esa definición por negación están algunas de
las claves del fracaso histórico de una izquierda (sedicente) que ha pasado de
afirmarse por sus propios valores a hacerlo en la casi exclusiva denostación de
los que achaca al contrario. La izquierda, sobre todo la de raíces
autoritarias, estatalistas y caudillistas, ha dejado de ser fundamentalmente
proactiva para significarse solo como reactiva. De ahí que el izquierdismo mude
con nota en antinorteamericanismo o euroescepticismo, formas vulgares de
antimperialismo que provocan extraños compañeros de cruzada. Lo peor de cada
casta, ora con el ultranacionalista Frente Nacional, ora con el oligarca
nuclear Vladimir Putin.
La preponderancia del imaginario
autoritario y estatalista se ha puesto de relieve en el “cierre de filas”
producido en el parlamento griego en el momento de debatir el nuevo Memorándum
ofrecido por Tsipras a Bruselas a cambio der un tercer rescate. Ni el hecho de
desmentirse a sí mismos aceptando contrapartidas antes calificadas de
inadmisibles; ni el bochornoso espectáculo del gestionar torticeramente el
“Oxi” (“No”) del pueblo, expresado en un referéndum propuesto y jaleado la
víspera desde el gobierno, han erosionado las filas de una Syriza estructurada
ya como un mero artefacto de poder y clientelismo. Solo dos parlamentarios de
la “coalición radical de izquierdas” votaron en contra de saltarse sus propias
“líneas rojas” (algo que desde España recuerda al harakiri de las Cortes
franquistas).
La ocurrencia de que ahora se ha obtenido
un rescate más beneficioso (unos 86.000 millones), hecha por los más fervientes
funcionarios con escaño del partido, no tiene ni pies ni cabeza. Incluso en el
supuesto aún improbable de que también se hubiera logrado una reestructuración
de la deuda en cuanto a plazos más largos (en la actualidad con 10 años de
cadencia y 30 para su amortización), lo único que probaría es la deriva de la
“coalición radical de izquierda” hacia el formato del clásico partido populista
atrapalotodo. Un grupo monopolista de poder (una democracia sin demócratas) que
pasa la factura-horca de la deuda a las generaciones futuras mientras Syriza
puede disponer de dinero fresco para “indemnizar” y “gratificar” a su clientela
con algunas subvenciones y regalías que le permitan minusvalorar la jugarreta y
consolidarse como un poder de Estado (como poco 4.000 millones más en recortes
que respecto a la anterior oferta, con subidas del IVA, reforma laboral, ataque
a las pensiones, privatizaciones, etc.).
La verdadera dimensión del fiasco del
“expediente Grexit” se evalúa en todo su dramatismo al comprobar la doble
capitulación asumida por el gobierno de Tsipras (Syriza+ANEL): por un lado, ha
dejado en la estacada a sus propios electores al necesitar capitalizar los
votos de la oposición para sacar adelante el Memorándum en el parlamento y, por
otro, al ignorar a la mayoría social de su pueblo que dijo alto y claro “Oxi”
(“No”) a esas medidas tachadas de “inaceptables” que finalmente asume. Pero
incluso puede haber un último e indeseable efecto colateral si se convocaran
nuevas elecciones para proceder a una reorganización del tablero político. No
es descartable que en esa coyuntura los neonazis de Amanecer Dorado y el
Partido Comunista Griego (KKE), formaciones claramente antieuropeistas, salgan
reforzadas por haber mantenido una postura intransigente, sin bandazos, ante
las demandas Bruselas.
Es el mismo modelo arbitrario de
parasitismo estatal (que no público) que permite al PSOE andaluz mantener el
poder en un océano de corrupción (con prolongación en el falansterio astur) y
al PP gallego reincidir en su control caciquil de vidas y haciendas, por poner dos
ejemplos de libro a diestra y siniestra. Una política paternalista de
arriba-abajo basada en sufragar el manido “qué hay de lo mío” que instaura la
servidumbre voluntaria de abajo-arriba. Como recuerda el ya citado Márkaris:
“Cuando se rompió del PASOK todo el entramado de intereses de sindicalistas y
cuadros se abrió a Syriza y por eso han puesto a sus peones en los ministerios
y en la televisión pública”. Es decepcionante, pero el sometimiento de Syriza
confirma un patrón sistémico: las contrarreformas más profundas las acomete la
izquierda institucional porque si las hiciera la derecha la gente se sublevaría
para impedirlas.
¿ qué pasará con Grecia ?
La deuda es un antro y un instrumento de sometimiento a escala global. La historia de la deuda de Grecia se halla en su pasado y en la independencia del imperio Otomano.
Desde entonces hasta hoy Grecia ha estado endeudada igual que el resto de los Estados Modernos que integran la democracia occidental y la más avanzada de este reino natural llamado Planeta Tierra.
Los acreedores saben que la historia de la deuda es tan vieja como ellos y el presente se revela con acciones aparentemente radicales por parte de los dirigentes Griegos y el pueblo . Pero la realidad es tozuda e implacable, puesto que las finanzas perfilan nuestro mundo soez y mísero . Y así el pueblo griego , aun con su participación de comparsa y sainete sucumbirá a los postulados de las estructuras institucionales de las finanzas . Queda lo de salirse del Euro , pero mas bien seria salirse del entramado de los prestamistas de Occidente . Si se van pueden imprimir muchos billetes que no tendrán por desgracia valor de cambio , más allá de la compra del pan .
La deuda es un antro y un instrumento de sometimiento a escala global. La historia de la deuda de Grecia se halla en su pasado y en la independencia del imperio Otomano.
Desde entonces hasta hoy Grecia ha estado endeudada igual que el resto de los Estados Modernos que integran la democracia occidental y la más avanzada de este reino natural llamado Planeta Tierra.
Los acreedores saben que la historia de la deuda es tan vieja como ellos y el presente se revela con acciones aparentemente radicales por parte de los dirigentes Griegos y el pueblo . Pero la realidad es tozuda e implacable, puesto que las finanzas perfilan nuestro mundo soez y mísero . Y así el pueblo griego , aun con su participación de comparsa y sainete sucumbirá a los postulados de las estructuras institucionales de las finanzas . Queda lo de salirse del Euro , pero mas bien seria salirse del entramado de los prestamistas de Occidente . Si se van pueden imprimir muchos billetes que no tendrán por desgracia valor de cambio , más allá de la compra del pan .
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Una posible alternativa al plan
negociado en Bruselas entre Alexis Tsipras y los acreedores (Eric Toussaint)
- Grecia se hunde, Europa no gana, Alemania impera (Juan Torres
López)
- Golpe económico de Alemania contra Grecia (Alfredo Serrano Mancilla)
- Lecciones de Grecia (II) (José López )
- Es hora de la solidaridad con Grecia (Aram Aharonian)
- Mensaje a Alexis Tsipras (Fidel Castro)
- El pueblo griego puso al desnudo la verdadera naturaleza de la Unión Europea(Alberto Rabilotta)
- Las 10 verdades del pueblo griego al mundo (Salim Lamrani)
- Grecia y el cambio de época (Alfredo Serrano Mancilla)
- Grecia no es Argentina (Raúl Zibechi)
- Grecia y Argentina, similitudes y diferencias (Julio C. Gambina)
- Grecia: la encrucijada europea (Umberto Mazzei)
- Grecia y el movimiento global de resistencia (Fernando Dorado)
- Oxi: el posible retorno a la cuna de la ciudadanía (Emilio Cafassi)
- Grecia, entre el blanco y el negro (Rosario da Cunha)
- El sujeto social detrás de Podemos y Syriza (Fernando Dorado)
- El “No” griego de la dignidad (Teodoro Rentería Arróyave)
- Renuncia ministro de Finanzas de Grecia, Yanis Varufakis (Radio Habana Cuba)
- El gobierno de Syriza nos muestra el camino (José López )
- ¿Por qué el referéndum es políticamente necesario en Grecia? (Ulrich Brand), (Jens Wissel)
- El gobierno griego ganó bien el referendo pero enseguida capituló (Emilio Marín)
- La derrota de Grecia, derrota de Europa (Luis Casado)
- "Una reestructuración condicionada por medidas neoliberales es un mal acuerdo para Grecia" (Pablo García), (Eric Toussaint)
- De la tragedia a lo absurdo (Stathis Kouvelakis)
- La Europa totalitaria en evidencia (Juan Torres López)
- Nombrar la soga en casa del ahorcado (Alejandro Villamar)
- NO Chantaje, NO a la Troika-UE, NO pago deuda externa (I) (Víctor Manuel Barceló R.)
- "Detrás de la crisis griega está el poder financiero de EEUU actuando a través del FMI" (Carlos Bedoya)
- La traición de los gobiernos demócratas europeos a la España de 1936 y a la Grecia de ahora (Vicenç Navarro)
- Eurogrupo contra Grecia, la moral del gángster (Xavier Caño Tamayo)
- Lecciones de negociación (Luis Casado)
- Un fantasma recorre Europa (II) (Carlos Rang)
- Con Grecia, contra el acoso, la batalla por otra Europa (Xavier Caño Tamayo)
- Syriza, referente moral y político para los pueblos (Angel Guerra Cabrera)
- Grecia, escenarios de futuro (Salvador González Briceño)
- Los pueblos del mundo con la República Helénica (REDH)
- El referendum griego (Carmen Victoria Montes)
- Grecia, un No que significa Sí (Katu Arkonada)
- El no de Grecia es un sí a Europa, pero no a esta Europa (Joaquín Aparicio)
- El terrorismo financiero contra Grecia (Vicenç Navarro)
- Grecia bajo el terrorismo de la Unión Europea (Angel Guerra Cabrera)
- Crisis no es de Grecia (Juan Manuel Karg)
- Grecia se hunde, Europa no gana, Alemania impera (
- Golpe económico de Alemania contra Grecia (Alfredo Serrano Mancilla)
- Lecciones de Grecia (II) (
- Es hora de la solidaridad con Grecia (Aram Aharonian)
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- El pueblo griego puso al desnudo la verdadera naturaleza de la Unión Europea(Alberto Rabilotta)
- Las 10 verdades del pueblo griego al mundo (Salim Lamrani)
- Grecia y el cambio de época (Alfredo Serrano Mancilla)
- Grecia no es Argentina (Raúl Zibechi)
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- Grecia: la encrucijada europea (Umberto Mazzei)
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- El “No” griego de la dignidad (Teodoro Rentería Arróyave)
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- El gobierno de Syriza nos muestra el camino (
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- El gobierno griego ganó bien el referendo pero enseguida capituló (Emilio Marín)
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- "Una reestructuración condicionada por medidas neoliberales es un mal acuerdo para Grecia" (Pablo García), (Eric Toussaint)
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- La Europa totalitaria en evidencia (
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