TE QUIERO, QUIERO SER YO Y EN 1940 MORIR...

martes, 17 de marzo de 2020

ECONOMÍA POR EL CORONAVIRUS



Economía y estado de alerta: primeras estimaciones del impacto: la “crisis pandeconómica

de kaos en la red.  18/03/20

 ¿Es tolerable que el Estado de Alarma mantenga la subordinación del gasto público al Pago de la Deuda impuesto por la UE?

 

Es bien sabido que la pandemia por el Coronavirus ha servido de detonante de una grave crisis económica que no ha hecho más que empezar. Tan grave, que el cierre de empresas se extiende en cadena y de forma casi tan explosiva como el microorganismo. De esto apenas se informa, pero en los barrios obreros cunde la desesperación y la angustia. La enorme precariedad laboral facilita los despidos con indemnizaciones míseras o directamente sin ninguna, por el sencillo procedimiento de no renovar el contrato.
Además, aprovechando el pánico reinante, se está diciendo a las trabajadoras y a los trabajadores que se vayan a su casa, directamente, sin tramite administrativo alguno, hasta el punto de que se les podría acusar de abandonar el puesto de trabajo.
La pérdida del empleo en estas condiciones supone la desaparición de todo ingreso para personas y familias que apenas lograban sobrevivir. Me remito a los datos del Indicador Europeo de Pobreza y Exclusión Social (2019) o al más reciente del Relator de la ONU para la Extrema Pobreza1: antes del Coronavirus 12 millones de personas estaban por debajo de los indicadores mínimos de supervivencia y la mitad de la población no podía calentar en invierno su casa o comprar carne o pescado una vez a la semana.

Sobre esta dramática situación caen los despidos masivos, la inmensa mayoría sin protección social.
La Declaración del Estado de Alarma no se refiere en absoluto a las más ineludibles responsabilidades del Gobierno: a asegurar las condiciones de vida de todas las personas, nativas o extranjeras, que aquí residen.
Es escandaloso que el Decreto se haya publicado sin establecer medidas extraordinarias que son competencia del Gobierno Central destinadas a incrementar sustancialmente los recursos sanitarios, ya sobresaturados y claramente insuficientes para el aumento de las necesidades de asistencia que se espera. Y sobre todo, es inaceptable la ausencia de medidas sociales y laborales, urgentes e imprescindibles, que detengan la sangría de despidos que está hundiendo aún más en la miseria a millones de personas.
Y por encima de ello, lo que es intolerable es que en una situación tan grave de emergencia de Salud Pública, de necesidad extrema, no se aborde el deterioro acumulado en los últimos diez años de los servicios públicos y se mantenga la subordinación del gasto de todas las administraciones públicas a los recortes impuestos por la Unión Europea, introducidos en 2011 mediante la reforma del artículo 135 de la Constitución, que fue propuesta por el PSOE y apoyada por el PP.
Hay mecanismos legales disponibles, si se quiere. El Decreto de Alarma debe suspender el pago de la Deuda y el cumplimiento de los objetivos de Déficit para todas las administraciones públicas. Máxime cuando tales medidas estan previstas en el artículo 11.3 de la Ley Orgánica 2/2012, de Estabilidad Presupuestaria, que precisamente desarrolla esa reforma constitucional de 2011 y que debe ser activado de inmediato. Este artículo permite al Gobierno incurrir en déficit estructural en situaciones de «emergencia extraordinaria»; es decir, adoptar las medidas necesarias para obtener recursos inmediatos. Dice textualmente:
Excepcionalmente, el Estado y las Comunidades Autónomas podrán incurrir en déficit estructural en caso de catástrofes naturales, recesión económica grave o situaciones de emergencia extraordinaria que escapen al control de las Administraciones Públicas y perjudiquen considerablemente su situación financiera o su sostenibilidad económica o social, apreciadas por la mayoría absoluta de los miembros del Congreso de los Diputados.
Los recursos de la sociedad deben estar al servicio de la población siempre, máxime cuando se viven situaciones dramáticas como la actual. El gobierno chino construyó los hospitales necesarios en Wuhan en 10 días, ¿y aquí, por qué no? .
Las medidas ineludibles e inmediatas que es preciso adoptar son:
1. En el ámbito sanitario:
  • Obtención de la financiación necesaria, mediante la emisión de deuda u otros mecanismos, para hacer las inversiones necesarias y urgentes en la sanidad pública, incorporación real de la sanidad privada a la red pública y planificación centralizada de ambas.
  • Contratación del personal necesario para abrir de forma inmediata todas las camas cerradas desde 2010 y el pleno funcionamiento de los centros sanitarios de atención primaria y especializada las 24 horas.
2. Poner urgentemente a disposición de todas las personas que lo necesiten los alimentos suficientes y productos higiénicos para garantizar una alimentación y desinfección adecuadas, empezando por los niños y niñas que se han quedado sin comedor escolar.
4. Garantizar por parte del Estado permisos adicionales y plena seguridad laboral a trabajadoras y trabajadores enfermos, que deban dejar de trabajar por medidas profilácticas o que deban atender a niños o adultos dependientes.
5. Paralización de los despidos y para los ya producidos, el derecho inmediato a percibir la prestación por desempleo. Prohibición de EREs y ERTEs en grandes empresas durante el tiempo de vigencia del Estado de Alarma.
6. Prohibición y persecución de prácticas laborales abusivas como el consumo obligatorio de permisos vacacionles.
7. Moratoria del pago de hipotecas y alquileres. Detención de todos los desahucios por impago de hipoteca o de alquiler e incautación a los bancos de las viviendas necesarias para asegurar a todas las personas ese derecho, por razones de emergencia de de Salud Pública. Porque, ¿cómo se ejecutan las medidas profilácticas cuando no se tiene casa?.
8. Anular todo corte de luz, de agas o de agua por impago.
Es obvio que muchas de estas medidas son incompatibles con el marco legal que es resultado de las últimas reformas laborales. Por ello, al igual que el Decreto incorpora medidas que suponen de facto la intervención de la actividad productiva de las empresas o la suspensión del Estado de las Autonomías (más que cuestionable en el caso de la re-centralización de las competencias en seguridad), hay que suspender la vigencia de las reformas laborales para detener esta sangría social.
Todas estas medidas son indispensables para mantener las condiciones básicas de la vida.
Si no se toman, cabe preguntarse: ¿será que el Estado de Alarma establece competencias unificadas de todas las fuerzas del orden bajo el mando del Ministro del Interior para dirigirlas contra el pueblo en el caso de que se produzca un estallido social ?
Efectivamente, en situaciones terribles como la actual se percibe con toda claridad el absurdo atentado a la vida que supone la acumulación de riqueza en unas manos y la miseria para la inmensa mayoría. Sin olvidar todas las estructuras de poder que se han creado, precisamente, para asegurar el mantenimiento de la enorme violencia social que ello supone.

 

Crecimiento. El lado oculto de la recuperación griega
17/03/2020 | Michel Husson
Todo está mejor: ha vuelto el crecimiento (1.9% en 2018 y 2% en 2019) y es una sorpresa divina para los mercados financieros. Ya en junio de 2019, Bloomberg señalaba la “inversión de la situación” que convirtió a Grecia en el mejor mercado de valores del mundo. El indicador de “sentimiento económico”, establecido por la Comisión Europea, ha aumentado constantemente desde la aceptación por parte de Aléxis Tsípras del tercer plan de ajuste y prácticamente ha vuelto a su nivel anterior a la crisis.
Grecia puede volver a endeudarse en los mercados financieros: 1.500 millones de euros en bonos a 10 años (al 1,5%) en octubre pasado y después 2.500 millones de euros a 15 años en enero. La agencia calificadora Fitch, así como Standard & Poor’s, han aumentado la calificación de la deuda griega y saludado los “rápidos progresos en la reducción de la fiscalidad sobre el trabajo y el capital”, así como el compromiso del gobierno a “dar un nuevo impulso al programa de privatización” (Les Echos, 29 de enero de 2020). Incluso éxtasis en el Wall Street Journal: “las reducciones de impuestos y la desreglamentación estimulan la linterna roja de Europa” (29 de enero). Se encuentra aquí, casi literalmente, el comentario de la Comisión Europea que explica porque las reducciones de impuestos anunciadas permitirán a Grecia tener un crecimiento superior a la media europea en el 2020.
Recordemos de pasada que, aunque Grecia ha salido en agosto de 2018 del tercer programa de ajuste, sigue sometida al procedimiento de vigilancia reforzada de la Comisión Europea. En su último informe de noviembre de 2019, ésta emitió un informe de conformidad pero exhortó al país a continuar su puesta en marcha de “las reformas estructurales a fin de sostener un crecimiento económico sólido y duradero”.
Tranquilizar a los “inversores”
Hay que decir que el nuevo gobierno de Kyriakos Mitsotákis –del partido Nueva Democracia, que derrotó en las elecciones de julio de 2019 a Syriza, el partido de Aléxis Tsipras- ha dado las garantías necesarias. Sus primeras medidas han ido a lo esencial, es decir a una reducción de las tasas inmobiliarias y del impuesto sobre sociedades (del 28% al 24% y después al 20% en el 2020) y también sobre los dividendos (del 10% al 5%). Para atraer a los extranjeros ricos para que se instalen en Grecia e inviertan 500.000 euros, en el inmobiliario o en acciones, se aprobará una tasa fija, topada a 100.000 euros. Se mantendrá el IVA y la reducción del impuesto sobre la renta solo se aplicará sobre los primeros 10.000 euros, de los que 8.648 son ya no imponibles.
El nuevo gobierno baja los impuestos y reduce el derecho de huelga
En la misma lógica, el “gran proyecto de ley para el crecimiento” restringe el derecho de huelga y suprime en la práctica los convenios colectivos. Citemos por ejemplo diez puertos regionales, como Alexandroupolis, Kavala o Corfú. Hay un claro proyecto de atraer a los viajeros de cruceros, como explica Yiannis Plakotakis, el Ministro de Marina: “El interés de los inversores por nuestros puertos es enorme, especialmente por parte de los principales suministradores mundiales de servicios portuarios, así como de las grandes empresas que operan en los sectores de los cruceros y del yachting”.
A continuación vendrán la totalidad de la red de distribución de gas (DEPA) y el 30% del aeropuerto internacional de Atenas, para el que el gobierno ha emprendido trabajos de modernización por importe de 700 millones de euros… e incluso la antigua base militar americana de Gournes o el centro ecuestre olímpico de Markopoulo. Se trata en efecto “de alcanzar el objetivo fijado por los acreedores internacionales de 2,4 mil millones de euros”, como reconoce el presidente de TAIPED, Aris Xenofos.
Los alquileres en aumento
Esta apertura a la inversión extranjera tiene ya como consecuencia un aumento muy rápido de los alquileres (hasta el 25% en algunos barrios de Atenas en el último año) que han reencontrado así su nivel de antes de la crisis. Este fenómeno se explica en efecto por el desarrollo de inversiones inmobiliarias en apartamentos que son posteriormente alquilados por la intermediación de plataformas, especialmente de Airbnb. Las consecuencias son clásicas, especialmente con la expulsión de los antiguos arrendatarios incapaces de hacer frente a ese aumento.
Grecia vende 250.000 euros de visados de residencia que permiten circular en Europa. Los clientes son chinos, rusos y turcos
Pero este movimiento no espontáneo. Está estimulado por dispositivo puesto en marcha por el anterior gobierno: a cambio de una inversión de 250.000 euros, es posible a un no-residente obtener un golden visa que le proporciona un permiso de residencia de cinco años y ese “visado dorado” le permite viajar en el resto de la Unión Europea. Los principales usuarios de esos Golden visas son, por orden, los inversores chinos, rusos y turcos.
No se puede entender la privatización de los puertos si se olvida el peso muy importante que ocupa el turismo en la economía griega: 30 millones de visitantes en 2018 (para once millones de habitantes). Según el INSETE (la confederación griega del turismo), el turismo represente el 11,7% del PIB griego. Pero se llega al 30% del PIB –y a más del 40% del empleo- si se toman en cuenta todos los efectos de difusión en la economía. El turismo ocupa así el principal puesto en las exportaciones griega, antes del transporte marítimo y el refino del petróleo.
Una desinversión
Ciertamente, Grecia está saliendo del abismo en el que le había sumergido la política de austeridad. Ello no impide que “el PIB por habitante es en la actualidad el 22% inferior al de antes de la crisis”. Esto es lo que señalaba el último mes de septiembre, el director del FMI para Europa, Poul Thomsen, en una conferencia impartida en la London School of Economics. Según él, serán necesarios “todavía 15 años, hasta 2034, para recuperarlo. Según las previsiones de la Comisión Europea, será preciso esperar hasta 2031”.
Si el FMI habla de una “recuperación decepcionante” en su último informe sobre Grecia, es porque se acompaña de una pérdida de la sustancia productiva del país. Se puede medirla de diferentes formas: por ejemplo, la productividad por cabeza es en la actualidad inferior en el 9% en relación con su nivel anterior a la crisis contra +8% para la zona euro. Pero es la evolución de la tasa de beneficio tal como la calcula la Comisión Europea en su base de datos Ameco lo que es sin duda más revelador: tras haber caído un tercio durante la crisis, se orientó al alza a partir del 2012, de forma que el retroceso prácticamente se ha borrado. En este mismo período, la parte de los beneficios se ha aproximadamente estabilizado, en la medida en que la productividad del trabajo y el salario han conocido la misma evolución, en ligera baja.
La recuperación de la tasa de beneficio está basada exclusivamente en una “desacumulación” del capital
La recuperación de la tasa de beneficio se ha basado pues exclusivamente en una “desacumulación” del capital: para un crecimiento del PIB del 2%, el capital fijo ha retrocedido el 8% y es esa baja lo que permite la recuperación de la tasa de beneficio. El volumen de inversión pública se ha dividido por dos en relación a su nivel anterior a la crisis. Ello resulta evidentemente de las orientaciones presupuestarias que privilegia el abono de intereses de la deuda pública mediante la obtención de un excedente primario -sin contar los intereses- extravagante (del 3,5% del PIB).
Las fuerzas vivas han abandonado el país
En cuanto a la caída de la tasa de desempleo, del27,5% al 17,3% entre 2013 y 2019, cerca de la mitad puede ser atribuida al retroceso de la población en edad de trabajar. Es el reflejo de un fenómeno cuyos efectos serán duraderos.
La población de Grecia es de 10,7 millones, menos de 450.000 personas que en 2010. Ciertamente que la población está envejecida pero ello no explica la caída aún más importante de la población en edad de trabajar (de 15 a 64 años) que ha bajado en 600.000 personas desde 2010 (-8%). Son las fuerzas vivas las que abandonan el país: cerca de 18.000 médicos, aproximadamente 350.000 jóvenes diplomados y diplomadas (Le Monde del 8 de octubre de 2019). Es en este contexto en el que hay que analizar el otro gran proyecto del gobierno: una nueva reforma de las pensiones.
Las pensiones: cada vez más bajas
El 21 de enero, el Parlamento griego ha discutido una nueva ley sobre las pensiones, provocando una huelga de 24 horas. Ella tiene lugar después de numerosas reformas puestas en práctica bajo la égida de los acreedores desde el 2010. El ministro griego del trabajo y de asuntos sociales, Yiannis Vroutsis, ha declarado que este proyecto de ley se apoyaba en dos estudios científicamente documentados y que la reforma “garantiza la sostenibilidad del sistema de protección social hasta 2070”. Como si quisiera prolongar el paralelo con el debate francés, el ministro afirma que el proyecto está basado en tres principios: “simplicidad, flexibilidad y libertad”. No es evidentemente la opinión de ADEDY, el principal sindicato del sector público, para quien el proyecto “no es otra cosa que la continuación de las leyes votadas entre 2010 y 2019, que han supuesto una reducción de las pensiones de entre el 20% y el 60%.
La voluntad de reducir el gasto de pensiones tiene y tendrá efectos sociales especialmente regresivos
Esta voluntad de reducir el gasto de pensiones tiene y tendrá efectos sociales especialmente regresivos en el contexto griego. Se vuelve a señalar que se trata de una población envejecida. A partir del inicio de los años 2000, el número de nacimientos empezó a aumentar, pero volvió a caer de nuevo desde la crisis: la tasa de natalidad ha pasado del 10,7 al 8,1 por mil. Además, el sistema de pensiones desempeña en Grecia un papel específico de sustituto de otros gastos sociales y, en 2015, una encuesta realizada por el IME (Instituto de las Pequeñas Empresas) mostraba que las pensiones eran la principal fuente de ingresos para la mitad aproximada de los hogares griegos. Por ello, esta reforma, como las precedentes, no será socialmente sostenible.
La miopía de los análisis de coyuntura y el entusiasmo, bastante indecente, del capital financiero, no deben ocultar esta realidad: los daños impuestos a Grecia siguen pesando sobre ella y modelan su futuro. La lógica de las orientaciones actuales condena a Grecia a un estatuto de economía dominada, cuya atractividad turística e inmobiliaria está basada en los retrocesos sociales.
Michel Husson
11/03/2020
http://hussonet.free.fr/grece2020.pdf, publicado en Alternatives économiques.

Coronavirus: Salvar a los mercados es la prioridad de los estados europeos”, por Martin Orange

15 marzo, 2020 


Por Martin Orange/ para Mediapart, Francia
13- 03- 2020.-
Traducción Luis Brunetto
El BCE tiene las prioridades equivocadas
Muchos generales tienen la costumbre de volver a combatir como en la última guerra. Y ante el coronavirus, las autoridades políticas y monetarias dan la impresión de que están cayendo en la misma trampa. En sus mentes, están lidiando con una crisis financiera comparable a la de 2008, cuando lo que realmente estamos pasando es una crisis de salud pública sin precedentes, que golpea el corazón de la economía real. Y ni la salud pública ni la economía real necesitan las mismas respuestas que los mercados.
Durante semanas las autoridades políticas y monetarias han concentrado toda su atención en los mercados financieros. Es cierto, ha habido un colapso impresionante. Dos veces en una semana, los interruptores automáticos se activaron para tratar de evitar que las bolsas de valores cayeran espectacularmente tan pronto como abrieran. Pero fue en vano. El jueves, las bolsas de valores de París, Frankfurt, Londres, Milán y Nueva York perdieron entre el 10 y el 16 por ciento de su valor. Fue la peor caída diria de cotización de Wall Street desde 1987, cuando cayó un 26 por ciento. Desde el 20 de febrero, cuando el mundo financiero se despertó con los peligros de COVID-19, los diversos mercados han perdido entre 26 y 35 por ciento. Se han eliminado más de U$S 9 billones de valor.
No se ha ahorrado nada al tratar de salvar del colapso y restaurar la confianza de los mercados bursátiles y financieros. Ya la semana pasada, la FED usó su arma monetaria y redujo su tasa de referencia en un 0,5 por ciento. En un nuevo intento por tranquilizar a las finanzas, inyectó una liquidez enormemente mayor en el mercado de dinero (Repos), que ha mostrado signos crecientes de dificultades desde septiembre. La FED ha aumentado sus inyecciones de liquidez de U$S 100 mil millones a más de U$S 150 mil millones por día.
Inmediatamente después de esto, el Banco de Japón anunció que también reanudaría su política de flexibilización cuantitativa y comenzaría a comprar valores de bonos en los mercados. El Banco de Inglaterra hizo lo mismo, reduciendo su tasa base en un 0,5 por ciento el 11 de marzo.
En ese clima, había mucha expectativa en torno a la decisión del Banco Central Europeo este jueves 12 de marzo. De hecho, esto fue considerado como un bautismo de fuego para Christine Lagarde, quien se convirtió en presidenta del BCE en noviembre. Ella tiró con la “bazooka” monetaria que todos esperaban, y si bien el BCE no cambió su tasa de referencia (ya negativa) de menos 0.5 por ciento, recurrió a otras herramientas disponibles. Su política de compra de bonos (es decir, flexibilización cuantitativa), que anteriormente ascendía a € 20 mil millones al mes, se incrementará en otros € 120 mil millones para fines de 2020. Los bancos, que ya disfrutan de condiciones excepcionales de refinanciación, recibirán más ayuda a través Programa TLTRO III (operaciones de refinanciamiento a largo plazo), con el fin de proporcionar al sistema financiero una liquidez ilimitada.
Gracias a estas circunstancias excepcionales, el mundo de las finanzas finalmente obtuvo lo que siempre había pedido. Las restricciones prudenciales y regulatorias que se habían establecido después de la crisis de 2008 ahora se van a relajar, para alentar a los bancos a prestar.
Buscando aumentar el impacto de estas medidas, Christine Lagarde pidió a los gobiernos que implementen una “respuesta de política fiscal ambiciosa y coordinada”. Sensibles a las críticas sobre el fracaso de su política después de la crisis financiera de 2008 y la posterior crisis de la eurozona, los funcionarios europeos han prometido que no repetirán los mismos errores. Esta vez, dijeron, están listos para actuar juntos y usar “todas las herramientas posibles” para enfrentar la epidemia y el colapso económico. En Europa, entonces, la política monetaria y la política presupuestaria van a marchar de la mano.
El próximo lunes, los ministros de finanzas de Europa delinearán un enfoque común para contrarrestar el daño causado por la epidemia de coronavirus. Incluso antes de esta reunión, el 11 de marzo, Angela Merkel anunció su intención de revisar la regla de déficit cero de Alemania, grabada en mármol en su Constitución y considerada uno de los principales obstáculos para un estímulo fiscal a la economía europea. “Pondremos el dinero necesario para combatir la epidemia, y luego veremos el déficit”, indicó el canciller alemán.
Todo esto debería haber complacido o al menos tranquilizado a los círculos financieros, restaurando la confianza. Sin embargo, después de los anuncios del BCE, los mercados europeos, los únicos abiertos en ese momento, cayeron aún más. Fue exactamente lo que sucedió cuando la FED bajó sus tasas la semana pasada o cuando el Banco de Inglaterra lo hizo el miércoles. El índice DAX alemán, que ya había bajado bastante, perdió más del 2 por ciento a los pocos minutos de los anuncios del BCE.
Algunos analistas explicaron estas reacciones señalando que las intervenciones del BCE se consideraron insuficientes. Otros explicaron que las acciones de los banqueros centrales estaban alimentando las preocupaciones de los inversores, ya intensificadas por las decisiones tomadas por Donald Trump. Pero el malestar sin duda es más profundo. Muchos reconocen que los bancos centrales hoy en día son impotentes frente al coronavirus. No pueden responder si cinco años de planes de estímulo o exenciones de impuestos para las empresas pueden resolver la parálisis que se ha apoderado de la economía mundial.

El aeropuerto Marco Polo de Venecia vacío, durante el último carnaval
La necesidad de políticas públicas
Recordando que la política macroeconómica no puede hacer todo, el economista Barry Eichengreen explicó:
“La política monetaria no puede reparar las cadenas de suministro rotas. . . . El presidente de la FED, Jerome Powell, no puede reabrir fábricas cerradas por la cuarentena. . . La política monetaria no hará que los compradores vuelvan a los centros comerciales o que los viajeros vuelvan a los aviones, en la medida en que sus preocupaciones se centren en la seguridad, no en el costo. Los recortes de tasas no pueden perjudicar, dado que la inflación, ya moderada, va hacia abajo; pero no debe esperarse mucho estímulo económico real de esas medidas. Lo mismo es cierto, desafortunadamente, para la política fiscal. Los créditos fiscales no reiniciarán la producción cuando las empresas están preocupadas por la salud de sus trabajadores y por el riesgo de propagar enfermedades. Los recortes de impuestos sobre la nómina no aumentarán el gasto discrecional cuando los consumidores están preocupados por la seguridad de su cadena de comida rápida favorita”.
Eichengreen es muy liberal. Pero este académico, como muchos economistas (por ejemplo, los del grupo de expertos Bruegel), reconoce que la prioridad es liberar todos los medios posibles para tratar a los enfermos, detener la epidemia y apoyar los sistemas de salud. En una palabra, la prioridad son las políticas públicas orientadas hacia la atención de la salud y hacer que el estado tome las medidas adecuadas.
Para ellos, esta es la única respuesta apropiada en lo inmediato. Después de todo, cuanto más se propague la epidemia, más durará y más se dañará la economía mundial. Pero dado que el coronavirus ya se ha extendido por los países occidentales, lo más llamativo ha sido la falta de respuesta de las autoridades públicas. Sin duda, esto es lo que está causando pánico en el mundo financiero: la creciente parálisis de toda actividad, la falta de respuestas estatales suficientes y el riesgo de que esto provoque un colapso general, tanto más violento y devastador dado que el sistema ha acumulado montañas de deudas (y otros males) en la última década.
A excepción de Italia, que ha aceptado que tiene que poner en segundo plano su economía para contener la epidemia, la principal preocupación de los líderes europeos ha sido mantener la actividad económica, apoyar a las empresas, garantizar que todo continúe como antes, y no preparar la situación ni los medios necesarios para hacer frente a esta crisis de salud pública. A excepción de Italia, que ha destinado varios miles de millones de euros a combatir la epidemia, comprar medicamentos y materiales y reclutar personal de atención, los otros estados europeos no han anunciado nada. La Comisión Europea anunció el 7 de marzo que adoptaría un enfoque de “comprensión” hacia Italia, incluso si no respetaba por completo sus objetivos de déficit presupuestario. Esto demostró una vez más el dogmatismo de la Comisión, y su incapacidad para identificar cuáles son las prioridades reales.
En esta crisis de COVID-19, la solidaridad europea ha vuelto a mostrar sus verdaderos colores. Lejos de llevar ayuda a Italia en esta crisis sin precedentes, todos han preferido quedarse con sus medicamentos y material (países como Francia y Alemania han prohibido la exportación de máscaras). Es China, no los socios europeos de Italia, la que ha proporcionado al país respiradores, medicamentos y otra ayuda.

¿Quién necesita gastos en salud?
La Comisión explica, en su defensa, que las políticas de salud son un asunto de cada estado individual. Pero la Comisión ha interferido en este campo en los últimos años. De hecho, durante la última década, la atención médica y el gasto hospitalario han sido el objetivo número uno de los programas europeos de austeridad. Los presupuestos de investigación han sido destruídos, desde Italia hasta España, Francia, Grecia e Irlanda. En cada semestre europeo (cuando se revisa el presupuesto de la UE), los tecnócratas encargados de revisar los presupuestos de los estados miembros han exigido nuevos recortes en el personal de atención médica y en los recursos asignados a los hospitales. Tal gasto se considera superfluo o incluso un lujo a la luz de las mayores demandas del sacrosanto techo europeo de déficit del 3 por ciento.
Y el enfoque adoptado hacia la atención médica se aplicó por igual a la energía, la industria y otros campos: toda política pública se consideraba una distorsión de la mano invisible del mercado. Por lo tanto, en nombre de la “racionalidad” económica, tener camas de hospital sobrantes se consideraba un mero desperdicio. Así, en los últimos años en Francia, se han eliminado diez mil camas, junto con el personal correspondiente. Sin embargo, esas son diez mil camas con las que podríamos contar hoy.
La epidemia de coronavirus muestra cuán dañina es esta política. Todos los países europeos están decientemente equipados para hacer frente a la crisis de salud pública que ha provocado. Todos los sistemas de atención médica muestran signos de que han alcanzado el punto de quiebre, y esto antes de que la epidemia llegue a su punto máximo. Durante once meses, el personal hospitalario en Francia ha estado realizando huelgas para denunciar la destrucción de los servicios de salud pública y la falta de recursos humanos, materiales y financieros.
Debido a la ceguera y el dogmatismo, los funcionarios europeos no han mostrado ninguna señal de que tengan la intención de cambiar el rumbo y de que las políticas públicas formen parte de sus planes. Las decisiones del BCE lo demuestran. En su nuevo programa de recompra de acciones, el BCE indicó que primero compraría acciones en empresas privadas, no en bonos estatales.
Pero debería estar haciendo las cosas al revés. En estos tiempos de incertidumbre, el BCE debería tomar partido por los estados de Europa, ayudándoles a construir sus protecciones contra la epidemia, ayudándoles a financiar la atención de salud pública. Porque esa es la tarea urgente que tenemos entre manos. Incluso podríamos imaginar que, en estas circunstancias excepcionales, el BCE podría cancelar todos los bonos estatales que ha comprado en los últimos años, como parte de su política de flexibilización cuantitativa, para dar alivio a los estados y proporcionarles más márgenes financieros. Por una vez, el dinero iría a la gente y no a los bancos.
Pero toda la evidencia muestra que estamos muy lejos de que el BCE tome una decisión tan audaz. En su conferencia de prensa, Lagarde dio un paso en falso muy revelador de su incapacidad para cambiar de enfoque y comprender cuán excepcional es realmente esta situación. Explicó que el BCE “no está aquí para cerrar los diferenciales” (es decir, nivelar los costos de endeudamiento entre los estados al apoyar a las economías más vulnerables). En resumen, esto significa que el BCE no considera que su tarea pase por disminuir las crecientes divergencias entre los tipos de bonos alemanes e italianos y garantizar la cohesión de la eurozona. Esto, incluso si tal política significa paralizar a Italia, la tercera economía más grande de la UE, y su sistema de atención médica, que se encuentra bajo el máximo estrés.
Los mercados financieros concluyeron inmediatamente de esto que el BCE no respalda a Italia. De hecho, inmediatamente después de que Lagarde hizo estos comentarios, los bonos italianos fueron golpeados. En unas pocas horas, sus tasas de bonos a diez años se dispararon del 1.26 por ciento al 1.76 por ciento. Y la señal negativa de Lagarde podría tener más consecuencias importantes. En momentos de tensión como estos, no se necesitaría mucho para encender nuevamente la ardiente crisis de Europa. Y esta vez, enfrentaría la furia total de la opinión pública, después de haber demostrado que es incapaz de responder a los problemas de prioridad real.

 

La economía es probable que responda aún peor de lo que se esperaba

Aunque aún es muy pronto, podemos ya empezar a realizar unas primeras estimaciones del impacto de las medidas decretadas por el gobierno español dentro de la declaración del estado de alerta hecha con el fin de tratar de frenar la expansión explosiva de la epidemia por el Covid-19.
Existen sectores que obviamente están siendo golpeados de una forma brutal, como son la hostelería, las actividades de ocio y el turismo, con caídas cercanas al 100%, mientras que otros sectores, aunque no han cesado su actividad, también están siendo gravemente golpeados por las limitaciones impuestas a los desplazamientos de los ciudadanos. Una primera estimación del comercio minorista implicaría caídas que seguramente superen el 70 u 80%, una vez contabilizadas las ventas online y dados los cierres masivos de comercios a lo largo de toda la geografía nacional y que solo se mantendrá la venta de alimentos y productos de limpieza.
Otro tipo de servicios de mercado están viendo fuertemente reducida su actividad, en el entorno del 30 al 50%, mientras que es de prever que la industria se vea también fuertemente afectada, al paralizarse buena parte de los pedidos, al igual que la construcción. Una gran parte de los servicios de no mercado se encuentran también paralizados, pero en este caso, como el valor añadido del sector corresponde a los salarios de los empleados públicos, no es de esperar una repercusión en el PIB, pese a que de hecho muchos de esos servicios no se estén prestando.
El pánico por la debacle económica que pueda causar el coronavirus corre como la pólvora por los mercados. No solo en los de renta variable o en los del petróleo, el Covid-19 está también estrangulando el mercado interbancario. Es decir, como ya ocurrió tras la quiebra de Lehman Brothers, los bancos están empezando a restringir los préstamos a otras entidades financieras. Ya nadie se fía de nadie.
Es cierto que el euríbor, la tasa media diaria a la que los bancos de la zona euro se prestan dinero, sigue en un inédito tipo negativo. Y cerca de la zona de mínimos históricos en la que se situó el pasado verano. No obstante, en las últimas sesiones este indicador ha repuntado con contundentes alzas. El euríbor a 12 meses —el que habitualmente sirve de referencia para el cálculo del interés de las hipotecas— marcó el viernes el -0,287%, lo que supone un fuerte avance frente al -0,368% del jueves.

Este mismo movimiento se ha observado en periodos más cortos del mismo indicador. El euríbor a tres meses, por ejemplo, se situó ayer en el -0,428%, frente al -0,5% del jueves. Y el de seis meses también se ha disparado en los últimos tres días. Ambos son además indicadores que toman las empresas para colocar sus emisiones de deuda en el mercado.

Mercado monetario

La tensión ha llegado también a otros activos que se emplean en los préstamos entre bancos: el mercado monetario. En concreto, las letras del Tesoro, uno de los activos que se intercambian los bancos para acudir con ellas como colateral a las subastas de liquidez del BCE o que entregan a sus colegas como aval para la liquidez. La rentabilidad, que discurre de manera inversamente proporcional a su precio, de las letras españolas con vencimiento en noviembre se disparó en más de 30 puntos básicos, del -0,5% al -0,19%. Las italianas cotizan ya próximas a entrar en terreno positivo.
El rendimiento de estos títulos se sitúa ya por encima de la tasa de depósito, que está en el -0,5%. Es decir, las entidades financieras prefieren aparcar su dinero en el BCE, que les cobra por ello, antes que tener en su balance títulos de deuda a corto plazo de estos países. Esto se produce al ritmo que el mercado pone en cuarentena a toda la deuda de la Europa periférica. Los tipos de los bonos españoles e italianos a 10 años avanzaron ayer en 38 y 22 puntos básicos, respectivamente.
El propio presidente de la Fed, Jerome Powell, reconoció en su intervención del domingo por la noche que habían detectado tensiones en los mercados monetarios. La Fed puso los tipos a cero y decidió inyectar liquidez a raudales en los mercados en una acción coordinada con el resto de grandes bancos centrales del mundo.
Nada es Gratis, que nació al final de la primera década de este siglo, ya va por su segunda gran crisis. Como ocurrió con la llamada "Gran Recesión" de 2007-2014, ahora nos enfrentamos a los retos de analizar y explicar la crisis del Covid-19 y sus vastas consecuencias económicas. Durante los últimos días varios editores y colaboradores del blog los han afrontado desde enfoques diferentes (aquíaquíaquí, aquí) y en los próximos días nuevas entradas lo seguirán haciendo en función del desarrollo de los acontecimientos. En esta, trataré de resumir lo que creemos saber hasta ahora sobre la naturaleza y las consecuencias económicas de la crisis del Covid-19, resaltando sus diferencias con respecto a la crisis anterior.
Todas las crisis son iguales (o no)
Una crisis económica suele comenzar con un suceso (relativamente) inesperado que desencadena una sucesión de efectos y respuestas de políticas económicas. Su magnitud, transmisión y profundidad acaban siendo pues resultados de la combinación de las características económicas de la perturbación (shocks de oferta, de demanda, financieros, etc.) y de las respuestas de las políticas económicas (relativamente) orientadas por los diagnósticos más o menos acertados de expertos económicos, organismos internacionales y, sobre todo, de los que los responsables de las políticas económicas estimen como más convincentes a la hora de diseñar y ejecutar medidas en respuesta a las crisis.
Las diversas fases de la crisis financiera de 2007-2014 proporcionan un buen ejemplo de esta sucesión de factores (un relato, quizá algo banal con la perspectiva que otorga el paso del tiempo, aquí).  El primer diagnóstico (oficial y erróneo) de entonces en España fue que la naturaleza de la crisis era el producto de “turbulencias financieras originadas en el mercado inmobiliario de Estados Unidos que no afectarían al país con el sistema bancario más sólido del mundo”. No se entendieron que las debilidades estructurales de la economía española la hacían especialmente sensible esas "turbulencias financieras”. En efecto, una economía altamente endeudada con respecto al exterior y con un sistema bancario que había canalizado un elevado flujo de transacciones financieras y con algunas entidades cuya solvencia se sostenía solo con el  mantenimiento de una burbuja inmobiliaria (como explicó Tano Santos, aquí), y con un mercado de trabajo disfuncional que servía como una correa de transmisión instantánea de cualquier disrupción financiera (como explicaron Samuel Bentolila y Marcel Jansen, aquí),  no era precisamente la que estaba en mejor situación para quedar aislada de aquella crisis. Con un diagnóstico equivocado y con las restricciones políticas impuestas por una Unión Económica y Monetaria, que todavía hoy es incompleta e imperfecta, no extraña que las respuestas de políticas económicas fueran mal diseñadas, mal dirigidas y, cuando finalmente acertaron, insuficientes.
¿Ocurrirá lo mismo con la crisis del Covid-19?
 Sobre la crisis del Covid-19 se está discutiendo mucho sobre en qué medida ha de entenderse como producto de un shock de oferta, de demanda o financiero. En realidad, es algo bastante más profundo y fundamental que una “perturbación económica”. Se trata de un crisis sanitaria muy grave que obliga a ralentizar considerablemente la actividad económica en muchos sectores y países durante un tiempo indeterminado que dependerá de la solución de la crisis sanitaria. En principio, cabría esperar que cuanto mayor sea la ralentización económica, menos durará la crisis sanitaria, pero ni siquiera esto está asegurado (por el contrario, la estrategia del gobierno británico se basa en un modelo de transmisión epidemiológica en el que menos ralentización económica resulta en menor duración de la crisis sanitaria, si bien con un riesgo mayor en lo que se refiere al número de defunciones). Las buenas noticas son que, aunque con bastante retraso, muchos gobiernos han entendido que dicha ralentización económica es necesaria y han impuesto medidas para aminorar la profundidad de la crisis sanitaria. Las malas noticias aparecen en dos frentes. Uno es que dicha ralentización genera una sucesión de perturbaciones de oferta, demanda y financieras que se retroalimentan y se transmiten a lo largo y ancho de la mayoría de los sectores económicos.  Otro es que la capacidad de los gobiernos y de los organismos económicos internacionales para dirigir dicha ralentización sin daños permanentes al “tejido productivo” puede ser limitada (en especial, si, como ocurrió en 2008, se someten a diagnósticos erróneos).
Tengo la sensación de que, al contrario que en la crisis de 2008, los diagnósticos (al menos en el campo económico) están siendo acertados. Se está entendiendo la naturaleza de la crisis a la que nos enfrentamos (muy bien explicada, por ejemplo, aquíaquí y aquí). Y la respuesta de las políticas económicas que se están proponiendo para algunos países también van en la dirección adecuada (por ejemplo, aquí en Italia, aquí en Alemania).
Sin embargo, hay dos factores que mueven a la melancolía.  Uno es que el virus no parece atacar el oportunismo egoísta y el dogmatismo de los que, a pesar de la gravedad de la situación, la aprovechan para tratar de imponer en el plan de lucha contra la crisis elementos accesorios inspirados en agendas políticas partidistas, independientemente de cuáles sean el diagnóstico y el tratamiento adecuados. Otro es que tratándose de un crisis global y muy profunda requiere de coordinación entre países y entre responsables de las distintas políticas económicas, algo que la experiencia demuestra que es muy difícil de conseguir. Los bancos centrales deben proporcionar, a nivel macro, la liquidez necesaria y ya lo están haciendo. Pero es tarea de los gobiernos implementar las políticas (micro) que han de asegurar rentas y liquidez a muchas empresas y trabajadores, lo que resulta fundamental para evitar daños permanentes al tejido productivo.  Que ambos hablen el mismo lenguaje es crucial. Es imprescindible la coordinación internacional, especialmente en el marco de la UEM (como la que se pide aquí o aquí). Hay países (e.g. Alemania) con “músculo financiero” e instituciones adecuadas para llevar a cabo esas políticas. Otros, como avisaba Marcel ayer mismo, no podrán hacerlo por sí solos.

Terminó la Hegemonía Estadounidense: Guerra de Petróleo y Covid 19 para un Giro Global hacia China





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