Queridos lectores y lectoras de Errata naturae,
Desde hace una semana, todo el equipo de nuestra editorial está
trabajando desde su casa y limitando al máximo sus contactos sociales,
según propuso en su momento la Consejería de Salud y exige ahora el
Ministerio de Sanidad. En la medida de lo posible, tratamos de continuar
con nuestras labores, pero también nos gustaría ofreceros, como fieles
seguidores de los libros de la editorial, nuestro apoyo, y demostraros
nuestro cariño en una situación que para todos está siendo muy difícil.
Creemos que las situaciones excepcionales requieren decisiones
excepcionales, y que en los momentos críticos debemos olvidar tanto el business as usual como el thinking as usual,
y apostar más que nunca por las redes colaborativas, el apoyo mutuo, la
empatía, la confianza, la intuición y la improvisación.
Por todo ello, hemos decidido liberar y distribuir gratuitamente una
quincena de los títulos de nuestro catálogo, de modo que, a pesar de las
restricciones y la necesaria cuarentena, todos sigamos leyendo buenos
libros y teniendo la oportunidad de hacernos mejores con cada página
durante los largos días que nos esperan.
Todos los libros que podrás descargarte de forma gratuita aquí abajo
son, por distintas razones, prácticamente inencontrables en las
librerías. Tengamos todos en cuenta que ésta es una situación
absolutamente anómala. Sin embargo, no olvides que, siempre que sea
posible, los libros deben comprarse a través de ese librero que lleva
tantos años descubriéndote nuevos títulos o a través de ese editor en
cuyas elecciones has aprendido a confiar.
PARA LOS QUE ESTOS DÍAS BUSQUEN HISTORIAS DISTÓPICAS, REALES O IMAGINARIAS
PARA LOS QUE QUIERAN PENSAR CRÍTICAMENTE INCLUSO EN UNA SITUACIÓN CRÍTICA
PARA LOS QUE, POR EL CONTRARIO, NECESITEN REÍRSE UN RATO
PARA LOS QUE QUIERAN OLVIDARSE UNAS HORAS DE NETFLIX SIN OLVIDARSE DEL CINE
Economía y estado de alerta: primeras estimaciones del impacto: la “crisis pandeconómica
de kaos en la red. 18/03/20
¿Es tolerable que el Estado de Alarma mantenga la subordinación del gasto público al Pago de la Deuda impuesto por la UE?
Es
bien sabido que la pandemia por el Coronavirus ha servido de detonante
de una grave crisis económica que no ha hecho más que empezar. Tan
grave, que el cierre de empresas se extiende en cadena y de forma casi
tan explosiva como el microorganismo. De esto apenas se informa, pero en
los barrios obreros cunde la desesperación y la angustia. La enorme
precariedad laboral facilita los despidos con indemnizaciones míseras o
directamente sin ninguna, por el sencillo procedimiento de no renovar el
contrato.
Además,
aprovechando el pánico reinante, se está diciendo a las trabajadoras y a
los trabajadores que se vayan a su casa, directamente, sin tramite
administrativo alguno, hasta el punto de que se les podría acusar de
abandonar el puesto de trabajo.
La
pérdida del empleo en estas condiciones supone la desaparición de todo
ingreso para personas y familias que apenas lograban sobrevivir. Me
remito a los datos del Indicador Europeo de Pobreza y Exclusión Social (2019) o al más reciente del Relator de la ONU para la Extrema Pobreza1:
antes del Coronavirus 12 millones de personas estaban por debajo de los
indicadores mínimos de supervivencia y la mitad de la población no
podía calentar en invierno su casa o comprar carne o pescado una vez a
la semana.
Sobre esta dramática situación caen los despidos masivos, la inmensa mayoría sin protección social.
La
Declaración del Estado de Alarma no se refiere en absoluto a las más
ineludibles responsabilidades del Gobierno: a asegurar las condiciones
de vida de todas las personas, nativas o extranjeras, que aquí residen.
Es
escandaloso que el Decreto se haya publicado sin establecer medidas
extraordinarias que son competencia del Gobierno Central destinadas a
incrementar sustancialmente los recursos sanitarios, ya sobresaturados y
claramente insuficientes para el aumento de las necesidades de
asistencia que se espera. Y sobre todo, es inaceptable la ausencia de
medidas sociales y laborales, urgentes e imprescindibles, que detengan
la sangría de despidos que está hundiendo aún más en la miseria a
millones de personas.
Y
por encima de ello, lo que es intolerable es que en una situación tan
grave de emergencia de Salud Pública, de necesidad extrema, no se aborde
el deterioro acumulado en los últimos diez años de los servicios
públicosy
se mantenga la subordinación del gasto de todas las administraciones
públicas a los recortes impuestos por la Unión Europea, introducidos en
2011 mediante la reforma del artículo 135 de la Constitución, que fue
propuesta por el PSOE y apoyada por el PP.
Hay
mecanismos legales disponibles, si se quiere. El Decreto de Alarma debe
suspender el pago de la Deuda y el cumplimiento de los objetivos de
Déficit para todas las administraciones públicas. Máxime cuando tales
medidas estan previstas en el artículo 11.3 de la Ley Orgánica 2/2012,
de Estabilidad Presupuestaria, que precisamente desarrolla esa reforma
constitucional de 2011 y que debe ser activado de inmediato. Este
artículo permite al Gobierno incurrir en déficit estructural en
situaciones de «emergencia extraordinaria»; es decir, adoptar las
medidas necesarias para obtener recursos inmediatos. Dice textualmente:
Excepcionalmente,
el Estado y las Comunidades Autónomas podrán incurrir en déficit
estructural en caso de catástrofes naturales, recesión económica grave o
situaciones de emergencia extraordinaria que escapen al control de las
Administraciones Públicas y perjudiquen considerablemente su situación
financiera o su sostenibilidad económica o social, apreciadas por la
mayoría absoluta de los miembros del Congreso de los Diputados.
Los
recursos de la sociedad deben estar al servicio de la población
siempre, máxime cuando se viven situaciones dramáticas como la actual.
El gobierno chino construyó los hospitales necesarios en Wuhan en 10
días, ¿y aquí, por qué no? .
Las medidas ineludibles e inmediatas que es preciso adoptar son:
1. En el ámbito sanitario:
Obtención
de la financiación necesaria, mediante la emisión de deuda u otros
mecanismos, para hacer las inversiones necesarias y urgentes en la
sanidad pública, incorporación real de la sanidad privada a la red
pública y planificación centralizada de ambas.
Contratación
del personal necesario para abrir de forma inmediata todas las camas
cerradas desde 2010 y el pleno funcionamiento de los centros sanitarios
de atención primaria y especializada las 24 horas.
2.
Poner urgentemente a disposición de todas las personas que lo necesiten
los alimentos suficientes y productos higiénicos para garantizar una
alimentación y desinfección adecuadas, empezando por los niños y niñas
que se han quedado sin comedor escolar.
4.
Garantizar por parte del Estado permisos adicionales y plena seguridad
laboral a trabajadoras y trabajadores enfermos, que deban dejar de
trabajar por medidas profilácticas o que deban atender a niños o adultos
dependientes.
5. Paralización de los despidos y para los ya producidos, el derecho inmediato a percibir la prestación por desempleo. Prohibición de EREs y ERTEs en grandes empresas durante el tiempo de vigencia del Estado de Alarma.
6. Prohibición y persecución de prácticas laborales abusivas como el consumo obligatorio de permisos vacacionles.
7.
Moratoria del pago de hipotecas y alquileres. Detención de todos los
desahucios por impago de hipoteca o de alquiler e incautación a los
bancos de las viviendas necesarias para asegurar a todas las personas
ese derecho, por razones de emergencia de de Salud Pública. Porque,
¿cómo se ejecutan las medidas profilácticas cuando no se tiene casa?.
8. Anular todo corte de luz, de agas o de agua por impago.
Es
obvio que muchas de estas medidas son incompatibles con el marco legal
que es resultado de las últimas reformas laborales. Por ello, al igual
que el Decreto incorpora medidas que suponen de facto la intervención de
la actividad productiva de las empresas o la suspensión del Estado de
las Autonomías (más que cuestionable en el caso de la re-centralización
de las competencias en seguridad), hay que suspender la vigencia de las
reformas laborales para detener esta sangría social.
Todas estas medidas son indispensables para mantener las condiciones básicas de la vida.
Si
no se toman, cabe preguntarse: ¿será que el Estado de Alarma establece
competencias unificadas de todas las fuerzas del orden bajo el mando del
Ministro del Interior para dirigirlas contra el pueblo en el caso de
que se produzca un estallido social ?
Efectivamente,
en situaciones terribles como la actual se percibe con toda claridad el
absurdo atentado a la vida que supone la acumulación de riqueza en unas
manos y la miseria para la inmensa mayoría. Sin olvidar todas las
estructuras de poder que se han creado, precisamente, para asegurar el
mantenimiento de la enorme violencia social que ello supone.
Crecimiento. El lado oculto de la recuperación griega
17/03/2020 |
Michel Husson
Todo está mejor: ha vuelto el crecimiento (1.9% en
2018 y 2% en 2019) y es una sorpresa divina para los mercados
financieros. Ya en junio de 2019, Bloomberg señalaba la “inversión de la situación” que convirtió a Grecia en el “mejor mercado de valores del mundo”.
El indicador de “sentimiento económico”, establecido por la Comisión
Europea, ha aumentado constantemente desde la aceptación por parte de
Aléxis Tsípras del tercer plan de ajuste y prácticamente ha vuelto a su
nivel anterior a la crisis.
Grecia puede volver a endeudarse en los mercados financieros: 1.500
millones de euros en bonos a 10 años (al 1,5%) en octubre pasado y
después 2.500 millones de euros a 15 años en enero. La agencia
calificadora Fitch, así como Standard & Poor’s, han aumentado la
calificación de la deuda griega y saludado los “rápidos progresos en la
reducción de la fiscalidad sobre el trabajo y el capital”, así como el
compromiso del gobierno a “dar un nuevo impulso al programa de
privatización” (Les Echos, 29 de enero de 2020). Incluso éxtasis en el Wall Street Journal: “las
reducciones de impuestos y la desreglamentación estimulan la linterna
roja de Europa” (29 de enero). Se encuentra aquí, casi literalmente, el
comentario de la Comisión Europea que explica porque las reducciones de
impuestos anunciadas permitirán a Grecia tener un crecimiento superior a
la media europea en el 2020.
Recordemos de pasada que, aunque Grecia ha salido en agosto de 2018
del tercer programa de ajuste, sigue sometida al procedimiento de
vigilancia reforzada de la Comisión Europea. En su último informe
de noviembre de 2019, ésta emitió un informe de conformidad pero
exhortó al país a continuar su puesta en marcha de “las reformas
estructurales a fin de sostener un crecimiento económico sólido y
duradero”. Tranquilizar a los “inversores”
Hay que decir que el nuevo gobierno de Kyriakos Mitsotákis –del
partido Nueva Democracia, que derrotó en las elecciones de julio de 2019
a Syriza, el partido de Aléxis Tsipras- ha dado las garantías
necesarias. Sus primeras medidas han ido a lo esencial, es decir a una
reducción de las tasas inmobiliarias y del impuesto sobre sociedades
(del 28% al 24% y después al 20% en el 2020) y también sobre los
dividendos (del 10% al 5%). Para atraer a los extranjeros ricos para que
se instalen en Grecia e inviertan 500.000 euros, en el inmobiliario o
en acciones, se aprobará una tasa fija, topada a 100.000 euros. Se
mantendrá el IVA y la reducción del impuesto sobre la renta solo se
aplicará sobre los primeros 10.000 euros, de los que 8.648 son ya no
imponibles.
El nuevo gobierno baja los impuestos y reduce el derecho de huelga
En la misma lógica, el “gran proyecto de ley para el crecimiento”
restringe el derecho de huelga y suprime en la práctica los convenios
colectivos. Citemos por ejemplo diez puertos regionales, como
Alexandroupolis, Kavala o Corfú. Hay un claro proyecto de atraer a los
viajeros de cruceros, como explica Yiannis Plakotakis,
el Ministro de Marina: “El interés de los inversores por nuestros
puertos es enorme, especialmente por parte de los principales
suministradores mundiales de servicios portuarios, así como de las
grandes empresas que operan en los sectores de los cruceros y del
yachting”.
A continuación vendrán la totalidad de la red de distribución de gas
(DEPA) y el 30% del aeropuerto internacional de Atenas, para el que el
gobierno ha emprendido trabajos de modernización por importe de 700
millones de euros… e incluso la antigua base militar americana de
Gournes o el centro ecuestre olímpico de Markopoulo. Se trata en efecto
“de alcanzar el objetivo fijado por los acreedores internacionales de
2,4 mil millones de euros”, como reconoce el presidente de TAIPED, Aris Xenofos. Los alquileres en aumento
Esta apertura a la inversión extranjera tiene ya como consecuencia un aumento muy rápido de los alquileres (hasta el 25%
en algunos barrios de Atenas en el último año) que han reencontrado así
su nivel de antes de la crisis. Este fenómeno se explica en efecto por
el desarrollo de inversiones inmobiliarias en apartamentos que son
posteriormente alquilados por la intermediación de plataformas,
especialmente de Airbnb. Las consecuencias son clásicas, especialmente
con la expulsión de los antiguos arrendatarios incapaces de hacer frente a ese aumento.
Grecia vende 250.000 euros de visados de residencia que permiten circular en Europa. Los clientes son chinos, rusos y turcos
Pero este movimiento no espontáneo. Está estimulado por dispositivo
puesto en marcha por el anterior gobierno: a cambio de una inversión de
250.000 euros, es posible a un no-residente obtener un golden visa
que le proporciona un permiso de residencia de cinco años y ese “visado
dorado” le permite viajar en el resto de la Unión Europea. Los
principales usuarios de esos Golden visas son, por orden, los inversores chinos, rusos y turcos.
No se puede entender la privatización de los puertos si se olvida el
peso muy importante que ocupa el turismo en la economía griega: 30
millones de visitantes en 2018 (para once millones de habitantes). Según el INSETE
(la confederación griega del turismo), el turismo represente el 11,7%
del PIB griego. Pero se llega al 30% del PIB –y a más del 40% del
empleo- si se toman en cuenta todos los efectos de difusión en la
economía. El turismo ocupa así el principal puesto en las exportaciones
griega, antes del transporte marítimo y el refino del petróleo. Una desinversión
Ciertamente, Grecia está saliendo del abismo en el que le había
sumergido la política de austeridad. Ello no impide que “el PIB por
habitante es en la actualidad el 22% inferior al de antes de la crisis”.
Esto es lo que señalaba el último mes de septiembre, el director del
FMI para Europa, Poul Thomsen, en una conferencia impartida en la London School of Economics. Según
él, serán necesarios “todavía 15 años, hasta 2034, para recuperarlo.
Según las previsiones de la Comisión Europea, será preciso esperar hasta
2031”.
Si el FMI habla de una “recuperación decepcionante” en su último
informe sobre Grecia, es porque se acompaña de una pérdida de la
sustancia productiva del país. Se puede medirla de diferentes formas:
por ejemplo, la productividad por cabeza es en la actualidad inferior en
el 9% en relación con su nivel anterior a la crisis contra +8% para la
zona euro. Pero es la evolución de la tasa de beneficio tal como la
calcula la Comisión Europea en su base de datos Ameco
lo que es sin duda más revelador: tras haber caído un tercio durante la
crisis, se orientó al alza a partir del 2012, de forma que el retroceso
prácticamente se ha borrado. En este mismo período, la parte de los
beneficios se ha aproximadamente estabilizado, en la medida en que la
productividad del trabajo y el salario han conocido la misma evolución,
en ligera baja.
La recuperación de la tasa de beneficio está basada exclusivamente en una “desacumulación” del capital
La recuperación de la tasa de beneficio se ha basado pues
exclusivamente en una “desacumulación” del capital: para un crecimiento
del PIB del 2%, el capital fijo ha retrocedido el 8% y es esa baja lo
que permite la recuperación de la tasa de beneficio. El volumen de
inversión pública se ha dividido por dos en relación a su nivel anterior
a la crisis. Ello resulta evidentemente de las orientaciones
presupuestarias que privilegia el abono de intereses de la deuda pública
mediante la obtención de un excedente primario -sin contar los
intereses- extravagante (del 3,5% del PIB). Las fuerzas vivas han abandonado el país
En cuanto a la caída de la tasa de desempleo, del27,5% al 17,3% entre
2013 y 2019, cerca de la mitad puede ser atribuida al retroceso de la
población en edad de trabajar. Es el reflejo de un fenómeno cuyos
efectos serán duraderos.
La población de Grecia es de 10,7 millones, menos de 450.000 personas
que en 2010. Ciertamente que la población está envejecida pero ello no
explica la caída aún más importante de la población en edad de trabajar
(de 15 a 64 años) que ha bajado en 600.000 personas desde 2010 (-8%).
Son las fuerzas vivas las que abandonan el país: cerca de 18.000
médicos, aproximadamente 350.000 jóvenes diplomados y diplomadas (Le Monde del
8 de octubre de 2019). Es en este contexto en el que hay que analizar
el otro gran proyecto del gobierno: una nueva reforma de las pensiones. Las pensiones: cada vez más bajas
El 21 de enero, el Parlamento griego ha discutido una nueva ley sobre
las pensiones, provocando una huelga de 24 horas. Ella tiene lugar después de numerosas reformas puestas en práctica bajo la égida de los acreedores desde el 2010. El ministro griego del trabajo y de asuntos sociales, Yiannis Vroutsis,
ha declarado que este proyecto de ley se apoyaba en dos estudios
científicamente documentados y que la reforma “garantiza la
sostenibilidad del sistema de protección social hasta 2070”. Como si
quisiera prolongar el paralelo con el debate francés, el ministro afirma
que el proyecto está basado en tres principios: “simplicidad,
flexibilidad y libertad”. No es evidentemente la opinión de ADEDY, el
principal sindicato del sector público, para quien el proyecto “no es
otra cosa que la continuación de las leyes votadas entre 2010 y 2019,
que han supuesto una reducción de las pensiones de entre el 20% y el
60%.
La voluntad de reducir el gasto de pensiones tiene y tendrá efectos sociales especialmente regresivos
Esta voluntad de reducir el gasto de pensiones tiene y tendrá efectos
sociales especialmente regresivos en el contexto griego. Se vuelve a
señalar que se trata de una población envejecida. A partir del inicio de
los años 2000, el número de nacimientos empezó a aumentar, pero volvió a
caer de nuevo desde la crisis: la tasa de natalidad ha pasado del 10,7
al 8,1 por mil. Además, el sistema de pensiones desempeña en Grecia un
papel específico de sustituto de otros gastos sociales y, en 2015, una encuesta
realizada por el IME (Instituto de las Pequeñas Empresas) mostraba que
las pensiones eran la principal fuente de ingresos para la mitad
aproximada de los hogares griegos. Por ello, esta reforma, como las
precedentes, no será socialmente sostenible.
La miopía de los análisis de coyuntura y el entusiasmo, bastante
indecente, del capital financiero, no deben ocultar esta realidad: los
daños impuestos a Grecia siguen pesando sobre ella y modelan su futuro.
La lógica de las orientaciones actuales condena a Grecia a un estatuto
de economía dominada, cuya atractividad turística e inmobiliaria está
basada en los retrocesos sociales.
Michel Husson 11/03/2020 http://hussonet.free.fr/grece2020.pdf, publicado en Alternatives économiques.
Coronavirus: Salvar a los mercados es la prioridad de los estados europeos”, por Martin Orange
15 marzo, 2020
Por Martin Orange/ para Mediapart, Francia
13- 03- 2020.-
Traducción Luis Brunetto
El BCE tiene las prioridades equivocadas
Muchos generales tienen la costumbre de volver a combatir como en la
última guerra. Y ante el coronavirus, las autoridades políticas y
monetarias dan la impresión de que están cayendo en la misma trampa. En
sus mentes, están lidiando con una crisis financiera comparable a la de
2008, cuando lo que realmente estamos pasando es una crisis de salud
pública sin precedentes, que golpea el corazón de la economía real. Y ni
la salud pública ni la economía real necesitan las mismas respuestas
que los mercados.
Durante semanas las autoridades políticas y monetarias han
concentrado toda su atención en los mercados financieros. Es cierto, ha
habido un colapso impresionante. Dos veces en una semana, los
interruptores automáticos se activaron para tratar de evitar que las
bolsas de valores cayeran espectacularmente tan pronto como abrieran.
Pero fue en vano. El jueves, las bolsas de valores de París, Frankfurt,
Londres, Milán y Nueva York perdieron entre el 10 y el 16 por ciento de
su valor. Fue la peor caída diria de cotización de Wall Street desde
1987, cuando cayó un 26 por ciento. Desde el 20 de febrero, cuando el
mundo financiero se despertó con los peligros de COVID-19, los diversos
mercados han perdido entre 26 y 35 por ciento. Se han eliminado más de
U$S 9 billones de valor.
No se ha ahorrado nada al tratar de salvar del colapso y restaurar la
confianza de los mercados bursátiles y financieros. Ya la semana
pasada, la FED usó su arma monetaria y redujo su tasa de referencia en
un 0,5 por ciento. En un nuevo intento por tranquilizar a las finanzas,
inyectó una liquidez enormemente mayor en el mercado de dinero (Repos),
que ha mostrado signos crecientes de dificultades desde septiembre. La
FED ha aumentado sus inyecciones de liquidez de U$S 100 mil millones a
más de U$S 150 mil millones por día.
Inmediatamente después de esto, el Banco de Japón anunció que también
reanudaría su política de flexibilización cuantitativa y comenzaría a
comprar valores de bonos en los mercados. El Banco de Inglaterra hizo lo
mismo, reduciendo su tasa base en un 0,5 por ciento el 11 de marzo.
En ese clima, había mucha expectativa en torno a la decisión del
Banco Central Europeo este jueves 12 de marzo. De hecho, esto fue
considerado como un bautismo de fuego para Christine Lagarde, quien se
convirtió en presidenta del BCE en noviembre. Ella tiró con la “bazooka”
monetaria que todos esperaban, y si bien el BCE no cambió su tasa de
referencia (ya negativa) de menos 0.5 por ciento, recurrió a otras
herramientas disponibles. Su política de compra de bonos (es decir,
flexibilización cuantitativa), que anteriormente ascendía a € 20 mil
millones al mes, se incrementará en otros € 120 mil millones para fines
de 2020. Los bancos, que ya disfrutan de condiciones excepcionales de
refinanciación, recibirán más ayuda a través Programa TLTRO III
(operaciones de refinanciamiento a largo plazo), con el fin de
proporcionar al sistema financiero una liquidez ilimitada.
Gracias a estas circunstancias excepcionales, el mundo de las
finanzas finalmente obtuvo lo que siempre había pedido. Las
restricciones prudenciales y regulatorias que se habían establecido
después de la crisis de 2008 ahora se van a relajar, para alentar a los
bancos a prestar.
Buscando aumentar el impacto de estas medidas, Christine Lagarde
pidió a los gobiernos que implementen una “respuesta de política fiscal
ambiciosa y coordinada”. Sensibles a las críticas sobre el fracaso de su
política después de la crisis financiera de 2008 y la posterior crisis
de la eurozona, los funcionarios europeos han prometido que no repetirán
los mismos errores. Esta vez, dijeron, están listos para actuar juntos y
usar “todas las herramientas posibles” para enfrentar la epidemia y el
colapso económico. En Europa, entonces, la política monetaria y la
política presupuestaria van a marchar de la mano.
El próximo lunes, los ministros de finanzas de Europa delinearán un
enfoque común para contrarrestar el daño causado por la epidemia de
coronavirus. Incluso antes de esta reunión, el 11 de marzo, Angela
Merkel anunció su intención de revisar la regla de déficit cero de
Alemania, grabada en mármol en su Constitución y considerada uno de los
principales obstáculos para un estímulo fiscal a la economía europea.
“Pondremos el dinero necesario para combatir la epidemia, y luego
veremos el déficit”, indicó el canciller alemán.
Todo esto debería haber complacido o al menos tranquilizado a los
círculos financieros, restaurando la confianza. Sin embargo, después de
los anuncios del BCE, los mercados europeos, los únicos abiertos en ese
momento, cayeron aún más. Fue exactamente lo que sucedió cuando la FED
bajó sus tasas la semana pasada o cuando el Banco de Inglaterra lo hizo
el miércoles. El índice DAX alemán, que ya había bajado bastante, perdió
más del 2 por ciento a los pocos minutos de los anuncios del BCE.
Algunos analistas explicaron estas reacciones señalando que las
intervenciones del BCE se consideraron insuficientes. Otros explicaron
que las acciones de los banqueros centrales estaban alimentando las
preocupaciones de los inversores, ya intensificadas por las decisiones
tomadas por Donald Trump. Pero el malestar sin duda es más profundo.
Muchos reconocen que los bancos centrales hoy en día son impotentes
frente al coronavirus. No pueden responder si cinco años de planes de
estímulo o exenciones de impuestos para las empresas pueden resolver la
parálisis que se ha apoderado de la economía mundial.
El aeropuerto Marco Polo de Venecia vacío, durante el último carnaval
La necesidad de políticas públicas
Recordando que la política macroeconómica no puede hacer todo, el economista Barry Eichengreen explicó:
“La política monetaria no puede reparar las cadenas de suministro
rotas. . . . El presidente de la FED, Jerome Powell, no puede reabrir
fábricas cerradas por la cuarentena. . . La política monetaria no hará
que los compradores vuelvan a los centros comerciales o que los viajeros
vuelvan a los aviones, en la medida en que sus preocupaciones se
centren en la seguridad, no en el costo. Los recortes de tasas no pueden
perjudicar, dado que la inflación, ya moderada, va hacia abajo; pero no
debe esperarse mucho estímulo económico real de esas medidas. Lo mismo
es cierto, desafortunadamente, para la política fiscal. Los créditos
fiscales no reiniciarán la producción cuando las empresas están
preocupadas por la salud de sus trabajadores y por el riesgo de propagar
enfermedades. Los recortes de impuestos sobre la nómina no aumentarán
el gasto discrecional cuando los consumidores están preocupados por la
seguridad de su cadena de comida rápida favorita”.
Eichengreen es muy liberal. Pero este académico, como muchos
economistas (por ejemplo, los del grupo de expertos Bruegel), reconoce
que la prioridad es liberar todos los medios posibles para tratar a los
enfermos, detener la epidemia y apoyar los sistemas de salud. En una
palabra, la prioridad son las políticas públicas orientadas hacia la
atención de la salud y hacer que el estado tome las medidas adecuadas.
Para ellos, esta es la única respuesta apropiada en lo inmediato.
Después de todo, cuanto más se propague la epidemia, más durará y más se
dañará la economía mundial. Pero dado que el coronavirus ya se ha
extendido por los países occidentales, lo más llamativo ha sido la falta
de respuesta de las autoridades públicas. Sin duda, esto es lo que está
causando pánico en el mundo financiero: la creciente parálisis de toda
actividad, la falta de respuestas estatales suficientes y el riesgo de
que esto provoque un colapso general, tanto más violento y devastador
dado que el sistema ha acumulado montañas de deudas (y otros males) en
la última década.
A excepción de Italia, que ha aceptado que tiene que poner en segundo
plano su economía para contener la epidemia, la principal preocupación
de los líderes europeos ha sido mantener la actividad económica, apoyar a
las empresas, garantizar que todo continúe como antes, y no preparar la
situación ni los medios necesarios para hacer frente a esta crisis de
salud pública. A excepción de Italia, que ha destinado varios miles de
millones de euros a combatir la epidemia, comprar medicamentos y
materiales y reclutar personal de atención, los otros estados europeos
no han anunciado nada. La Comisión Europea anunció el 7 de marzo que
adoptaría un enfoque de “comprensión” hacia Italia, incluso si no
respetaba por completo sus objetivos de déficit presupuestario. Esto
demostró una vez más el dogmatismo de la Comisión, y su incapacidad para
identificar cuáles son las prioridades reales.
En esta crisis de COVID-19, la solidaridad europea ha vuelto a
mostrar sus verdaderos colores. Lejos de llevar ayuda a Italia en esta
crisis sin precedentes, todos han preferido quedarse con sus
medicamentos y material (países como Francia y Alemania han prohibido la
exportación de máscaras). Es China, no los socios europeos de Italia,
la que ha proporcionado al país respiradores, medicamentos y otra ayuda.
¿Quién necesita gastos en salud?
La Comisión explica, en su defensa, que las políticas de salud son un
asunto de cada estado individual. Pero la Comisión ha interferido en
este campo en los últimos años. De hecho, durante la última década, la
atención médica y el gasto hospitalario han sido el objetivo número uno
de los programas europeos de austeridad. Los presupuestos de
investigación han sido destruídos, desde Italia hasta España, Francia,
Grecia e Irlanda. En cada semestre europeo (cuando se revisa el
presupuesto de la UE), los tecnócratas encargados de revisar los
presupuestos de los estados miembros han exigido nuevos recortes en el
personal de atención médica y en los recursos asignados a los
hospitales. Tal gasto se considera superfluo o incluso un lujo a la luz
de las mayores demandas del sacrosanto techo europeo de déficit del 3
por ciento.
Y el enfoque adoptado hacia la atención médica se aplicó por igual a
la energía, la industria y otros campos: toda política pública se
consideraba una distorsión de la mano invisible del mercado. Por lo
tanto, en nombre de la “racionalidad” económica, tener camas de hospital
sobrantes se consideraba un mero desperdicio. Así, en los últimos años
en Francia, se han eliminado diez mil camas, junto con el personal
correspondiente. Sin embargo, esas son diez mil camas con las que
podríamos contar hoy.
La epidemia de coronavirus muestra cuán dañina es esta política.
Todos los países europeos están decientemente equipados para hacer
frente a la crisis de salud pública que ha provocado. Todos los sistemas
de atención médica muestran signos de que han alcanzado el punto de
quiebre, y esto antes de que la epidemia llegue a su punto máximo.
Durante once meses, el personal hospitalario en Francia ha estado
realizando huelgas para denunciar la destrucción de los servicios de
salud pública y la falta de recursos humanos, materiales y financieros.
Debido a la ceguera y el dogmatismo, los funcionarios europeos no han
mostrado ninguna señal de que tengan la intención de cambiar el rumbo y
de que las políticas públicas formen parte de sus planes. Las
decisiones del BCE lo demuestran. En su nuevo programa de recompra de
acciones, el BCE indicó que primero compraría acciones en empresas
privadas, no en bonos estatales.
Pero debería estar haciendo las cosas al revés. En estos tiempos de
incertidumbre, el BCE debería tomar partido por los estados de Europa,
ayudándoles a construir sus protecciones contra la epidemia, ayudándoles
a financiar la atención de salud pública. Porque esa es la tarea
urgente que tenemos entre manos. Incluso podríamos imaginar que, en
estas circunstancias excepcionales, el BCE podría cancelar todos los
bonos estatales que ha comprado en los últimos años, como parte de su
política de flexibilización cuantitativa, para dar alivio a los estados y
proporcionarles más márgenes financieros. Por una vez, el dinero iría a
la gente y no a los bancos.
Pero toda la evidencia muestra que estamos muy lejos de que el BCE
tome una decisión tan audaz. En su conferencia de prensa, Lagarde dio un
paso en falso muy revelador de su incapacidad para cambiar de enfoque y
comprender cuán excepcional es realmente esta situación. Explicó que el
BCE “no está aquí para cerrar los diferenciales” (es decir, nivelar los
costos de endeudamiento entre los estados al apoyar a las economías más
vulnerables). En resumen, esto significa que el BCE no considera que su
tarea pase por disminuir las crecientes divergencias entre los tipos de
bonos alemanes e italianos y garantizar la cohesión de la eurozona.
Esto, incluso si tal política significa paralizar a Italia, la tercera
economía más grande de la UE, y su sistema de atención médica, que se
encuentra bajo el máximo estrés.
Los mercados financieros concluyeron inmediatamente de esto que el
BCE no respalda a Italia. De hecho, inmediatamente después de que
Lagarde hizo estos comentarios, los bonos italianos fueron golpeados. En
unas pocas horas, sus tasas de bonos a diez años se dispararon del 1.26
por ciento al 1.76 por ciento. Y la señal negativa de Lagarde podría
tener más consecuencias importantes. En momentos de tensión como estos,
no se necesitaría mucho para encender nuevamente la ardiente crisis de
Europa. Y esta vez, enfrentaría la furia total de la opinión pública,
después de haber demostrado que es incapaz de responder a los problemas
de prioridad real.
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La economía es probable que responda aún peor de lo que se esperaba
Aunque aún es muy pronto, podemos ya empezar a realizar unas primeras estimaciones del impacto de las medidas decretadas por el gobierno español dentro de la declaración del estado de alerta hecha con el fin de tratar de frenar la expansión explosiva de la epidemia por el Covid-19.
Existen sectores que obviamente están siendo golpeados de una forma brutal, como son la hostelería, las actividades de ocio y el turismo, con caídas cercanas al 100%, mientras que otros sectores, aunque no han cesado su actividad, también están siendo gravemente golpeados por las limitaciones impuestas a los desplazamientos de los ciudadanos. Una primera estimación del comercio minorista implicaría caídas que seguramente superen el 70 u 80%, una vez contabilizadas las ventas online y dados los cierres masivos de comercios a lo largo de toda la geografía nacional y que solo se mantendrá la venta de alimentos y productos de limpieza.
Otro tipo de servicios de mercado están viendo fuertemente reducida su actividad, en el entorno del 30 al 50%, mientras que es de prever que la industria se vea también fuertemente afectada, al paralizarse buena parte de los pedidos, al igual que la construcción. Una gran parte de los servicios de no mercado se encuentran también paralizados, pero en este caso, como el valor añadido del sector corresponde a los salarios de los empleados públicos, no es de esperar una repercusión en el PIB, pese a que de hecho muchos de esos servicios no se estén prestando.
El pánico por la debacle económica que pueda causar el coronavirus corre como la pólvora por los mercados. No solo en los de renta variable o en los del petróleo, el Covid-19 está también estrangulando el mercado interbancario. Es decir, como ya ocurrió tras la quiebra de Lehman Brothers, los bancos están empezando a restringir los préstamos a otras entidades financieras. Ya nadie se fía de nadie.
Es cierto que el euríbor, la tasa media diaria a la que los bancos de la zona euro se prestan dinero, sigue en un inédito tipo negativo. Y cerca de la zona de mínimos históricos en la que se situó el pasado verano. No obstante, en las últimas sesiones este indicador ha repuntado con contundentes alzas. El euríbor a 12 meses —el que habitualmente sirve de referencia para el cálculo del interés de las hipotecas— marcó el viernes el -0,287%, lo que supone un fuerte avance frente al -0,368% del jueves.
Este mismo movimiento se ha observado en periodos más cortos del mismo indicador. El euríbor a tres meses, por ejemplo, se situó ayer en el -0,428%, frente al -0,5% del jueves. Y el de seis meses también se ha disparado en los últimos tres días. Ambos son además indicadores que toman las empresas para colocar sus emisiones de deuda en el mercado.
Mercado monetario
La tensión ha llegado también a otros activos que se emplean en los préstamos entre bancos: el mercado monetario. En concreto, las letras del Tesoro, uno de los activos que se intercambian los bancos para acudir con ellas como colateral a las subastas de liquidez del BCE o que entregan a sus colegas como aval para la liquidez. La rentabilidad, que discurre de manera inversamente proporcional a su precio, de las letras españolas con vencimiento en noviembre se disparó en más de 30 puntos básicos, del -0,5% al -0,19%. Las italianas cotizan ya próximas a entrar en terreno positivo.
El rendimiento de estos títulos se sitúa ya por encima de la tasa de depósito, que está en el -0,5%. Es decir, las entidades financieras prefieren aparcar su dinero en el BCE, que les cobra por ello, antes que tener en su balance títulos de deuda a corto plazo de estos países. Esto se produce al ritmo que el mercado pone en cuarentena a toda la deuda de la Europa periférica. Los tipos de los bonos españoles e italianos a 10 años avanzaron ayer en 38 y 22 puntos básicos, respectivamente.
El propio presidente de la Fed, Jerome Powell, reconoció en su intervención del domingo por la noche que habían detectado tensiones en los mercados monetarios. La Fed puso los tipos a cero y decidió inyectar liquidez a raudales en los mercados en una acción coordinada con el resto de grandes bancos centrales del mundo.
Nada es Gratis, que nació al final de la primera década de este siglo, ya va por su segunda gran crisis. Como ocurrió con la llamada "Gran Recesión" de 2007-2014, ahora nos enfrentamos a los retos de analizar y explicar la crisis del Covid-19 y sus vastas consecuencias económicas. Durante los últimos días varios editores y colaboradores del blog los han afrontado desde enfoques diferentes (aquí, aquí, aquí,aquí) y en los próximos días nuevas entradas lo seguirán haciendo en función del desarrollo de los acontecimientos. En esta, trataré de resumir lo que creemos saber hasta ahora sobre la naturaleza y las consecuencias económicas de la crisis del Covid-19, resaltando sus diferencias con respecto a la crisis anterior.
Todas las crisis son iguales (o no)
Una crisis económica suele comenzar con un suceso (relativamente) inesperado que desencadena una sucesión de efectos y respuestas de políticas económicas. Su magnitud, transmisión y profundidad acaban siendo pues resultados de la combinación de las características económicas de la perturbación (shocks de oferta, de demanda, financieros, etc.) y de las respuestas de las políticas económicas (relativamente) orientadas por los diagnósticos más o menos acertados de expertos económicos, organismos internacionales y, sobre todo, de los que los responsables de las políticas económicas estimen como más convincentes a la hora de diseñar y ejecutar medidas en respuesta a las crisis.
Las diversas fases de la crisis financiera de 2007-2014 proporcionan un buen ejemplo de esta sucesión de factores (un relato, quizá algo banal con la perspectiva que otorga el paso del tiempo, aquí). El primer diagnóstico (oficial y erróneo) de entonces en España fue que la naturaleza de la crisis era el producto de “turbulencias financieras originadas en el mercado inmobiliario de Estados Unidos que no afectarían al país con el sistema bancario más sólido del mundo”. No se entendieron que las debilidades estructurales de la economía española la hacían especialmente sensible esas "turbulencias financieras”. En efecto, una economía altamente endeudada con respecto al exterior y con un sistema bancario que había canalizado un elevado flujo de transacciones financieras y con algunas entidades cuya solvencia se sostenía solo con el mantenimiento de una burbuja inmobiliaria (como explicó Tano Santos, aquí), y con un mercado de trabajo disfuncional que servía como una correa de transmisión instantánea de cualquier disrupción financiera (como explicaron Samuel Bentolila y Marcel Jansen, aquí), no era precisamente la que estaba en mejor situación para quedar aislada de aquella crisis. Con un diagnóstico equivocado y con las restricciones políticas impuestas por una Unión Económica y Monetaria, que todavía hoy es incompleta e imperfecta, no extraña que las respuestas de políticas económicas fueran mal diseñadas, mal dirigidas y, cuando finalmente acertaron, insuficientes.
¿Ocurrirá lo mismo con la crisis del Covid-19?
Sobre la crisis del Covid-19 se está discutiendo mucho sobre en qué medida ha de entenderse como producto de un shock de oferta, de demanda o financiero. En realidad, es algo bastante más profundo y fundamental que una “perturbación económica”. Se trata de un crisis sanitaria muy grave que obliga a ralentizar considerablemente la actividad económica en muchos sectores y países durante un tiempo indeterminado que dependerá de la solución de la crisis sanitaria. En principio, cabría esperar que cuanto mayor sea la ralentización económica, menos durará la crisis sanitaria, pero ni siquiera esto está asegurado (por el contrario, la estrategia del gobierno británico se basa en un modelo de transmisión epidemiológica en el que menos ralentización económica resulta en menor duración de la crisis sanitaria, si bien con un riesgo mayor en lo que se refiere al número de defunciones). Las buenas noticas son que, aunque con bastante retraso, muchos gobiernos han entendido que dicha ralentización económica es necesaria y han impuesto medidas para aminorar la profundidad de la crisis sanitaria. Las malas noticias aparecen en dos frentes. Uno es que dicha ralentización genera una sucesión de perturbaciones de oferta, demanda y financieras que se retroalimentan y se transmiten a lo largo y ancho de la mayoría de los sectores económicos. Otro es que la capacidad de los gobiernos y de los organismos económicos internacionales para dirigir dicha ralentización sin daños permanentes al “tejido productivo” puede ser limitada (en especial, si, como ocurrió en 2008, se someten a diagnósticos erróneos).
Tengo la sensación de que, al contrario que en la crisis de 2008, los diagnósticos (al menos en el campo económico) están siendo acertados. Se está entendiendo la naturaleza de la crisis a la que nos enfrentamos (muy bien explicada, por ejemplo, aquí, aquí y aquí). Y la respuesta de las políticas económicas que se están proponiendo para algunos países también van en la dirección adecuada (por ejemplo, aquí en Italia, aquí en Alemania).
Sin embargo, hay dos factores que mueven a la melancolía. Uno es que el virus no parece atacar el oportunismo egoísta y el dogmatismo de los que, a pesar de la gravedad de la situación, la aprovechan para tratar de imponer en el plan de lucha contra la crisis elementos accesorios inspirados en agendas políticas partidistas, independientemente de cuáles sean el diagnóstico y el tratamiento adecuados. Otro es que tratándose de un crisis global y muy profunda requiere de coordinación entre países y entre responsables de las distintas políticas económicas, algo que la experiencia demuestra que es muy difícil de conseguir. Los bancos centrales deben proporcionar, a nivel macro, la liquidez necesaria y ya lo están haciendo. Pero es tarea de los gobiernos implementar las políticas (micro) que han de asegurar rentas y liquidez a muchas empresas y trabajadores, lo que resulta fundamental para evitar daños permanentes al tejido productivo. Que ambos hablen el mismo lenguaje es crucial. Es imprescindible la coordinación internacional, especialmente en el marco de la UEM (como la que se pide aquí o aquí). Hay países (e.g. Alemania) con “músculo financiero” e instituciones adecuadas para llevar a cabo esas políticas. Otros, como avisaba Marcel ayer mismo, no podrán hacerlo por sí solos.
Terminó la Hegemonía Estadounidense: Guerra de Petróleo y Covid 19 para un Giro Global hacia China
JORGE RIECHMANN“LO ECOLÓGICAMENTE NECESARIO ES HOY POLÍTICAMENTE IMPOSIBLE”
Jorge Riechmann (Madrid, 1962) es una de las voces más relevantes del ecologismo y del pensamiento político de izquierdas en el Estado español desde hace años. Se ha convertido en una especie de voz de la conciencia (colectiva). En su último libro, ‘Otro fin del mundo es posible, decian los compañeros’, muestra descarnadamente su pesimismo —”realismo”, matiza él— ante la emergencia climática y la crisis energética. De hecho, cree que el colapso total es ya totalmente seguro. Pero que debemos luchar por, al menos, “colapsar mejor”. Riechmann, un histórico de Ecologistas en Acción, lo definen en las biografías de la ‘Wikipedia’ como “poeta, traductor, matemático, filósofo y doctor en Ciencias Políticas”.
Sergi Picazo
04/03/2020 | 19:00
Empiezo con una confesión. He llegado a la entrevista con una moto japonesa. Estoy grabando la entrevista con un móvil chino. Llevo unas zapatillas de alguna marca norteamericana. En alguna etiqueta de mi ropa, debe salir la palabra Bangladesh, Turquía o Marruecos. Buf… Todos tenemos contradicciones. Pero, ¿cuántas contradicciones puede asumir el planeta?
Es buenísimo que todos seamos conscientes del lugar de donde provienen los objetos o la ropa que usamos. Y, si vamos un paso más allá: hay que pensar también donde van a parar todas estas cosas cuando las dejemos de usar. Tenemos un problema sistémico: no puede resolverse sólo con estrategias de consumo consciente individual. Intentar vivir de acuerdo con una conciencia ecologista es casi imposible en las sociedades actuales. La dinámica expansiva del capitalismo coloniza cada vez más ámbitos de nuestra vida privada. Castoriadis, el pensador grecofrancés, decía que la ética puede funcionar como encubrimiento si no somos capaces de pensarla en términos sociopolíticos.
Estas contradicciones respecto a la defensa del planeta han afectado, históricamente, a los partidos de izquierdas. La izquierda marxista clásica no vio muy claro la lucha ecologista. De hecho, Marx, lógicamente, ni hablaba de ella.
A Marx, en un famoso cuestionario, le preguntaron cuál era su héroe favorito, y él dijo: Prometeo. Prometeo era el titán que en la Grecia antigua roba el fuego a los dioses, el fuego divino de la tecnología, y la entrega a los mortales para que puedan defenderse. Marx y buena parte de la izquierda han confiado mucho en la promesa prometeica de dominación de la naturaleza en las manos de los seres humanos. Hoy sabemos cómo puede ser contraproducente este prometeísmo. El esfuerzo por controlar la naturaleza se ha vuelto contra nosotros mismos.
Ningún partido de izquierdas se presenta con un programa económico radicalmente ecologista que defienda frenar el consumo, reducir la industria contaminante al mínimo, poner fin a los coches e ir hacia el decrecimiento. Quizás, ¿porque no les votaría nadie?
Ha habido muy pocas tradiciones de la izquierda comprometidas realmente, y no sólo en la teoría o el discurso, con la defensa de la naturaleza y del clima. Gente como William Morris o Walter Benjamin, en los siglos XIX o XX, deberían tener más fuerza hoy a la hora de formular los programas electorales de las izquierdas. En nuestro país ¿recordamos lo que nos enseñaron el novelista Miguel Delibes o el filósofo Manuel Sacristán? De hecho, la izquierda sabe desde el año 1972, cuando se publica el informe ‘Los límites del crecimiento’, que tenemos un problema para encajar las sociedades industriales en la biosfera terrestre y en la naturaleza. Aquel libro fue un ‘best-seller’ mundial y dio lugar a un gran debate. Pero es muy significativo que poquísima gente de la izquierda asumiera el reto. En general, la izquierda reaccionó diciendo que esto era otra estratagema del capitalismo para ir en contra del bienestar de los trabajadores.
Y Podemos, más allá de la teoría y del discurso, ¿crees que está plantando batalla por el decrecimiento y por la lucha a fondo contra el calentamiento global?
No, no. Nada. Cuando Pablo Iglesias o Íñigo Errejón hacen su crítica al mal funcionamiento del sistema en España, critican los problemas de la educación y de la sanidad, las consecuencias del paro, la desigualdad social… Es decir, las crisis intramuros. Pero lo que no destacan nunca es la denuncia de los problemas de fondo de los intercambios de energía y de información de los seres humanos con los sistemas naturales. Es decir, las crisis extramuros. Necesitaríamos una izquierda no productivista, pero esto prácticamente no existe.
Hay una probabilidad muy alta de un genocidio en la Tierra a consecuencia de colapso ecosocial y la tragedia climática. Si las cosas van como se esperan, a mediados del siglo habrá unos 10.000 millones de humanos. Pero lo más probable es que la mayor parte de esa enorme humanidad sea exterminada a medida que se agraven la crisis climática, la devastación de la biosfera, el colapso ecosocial..
Pero esto que afirmas es muy duro…
No lo digo yo: lo dicen los científicos que saben de la cuestión del clima, de la energía y de la alimentación. Hay que pensar ahora cómo podrá sobrevivir la humanidad que vendrá. Si la temperatura subiera 4 grados, los climatólogos creen que posiblemente sólo quedaría un 10% de los humanos que habitamos ahora el planeta.
Ponme un ejemplo para entender por qué creeis que vamos hacia la extinción.
De acuerdo, mira, piensa en cómo nos alimentamos hoy en día. ¿Cómo estamos hoy en día cultivando el alimento que da de comer a la mayoría de la humanidad?
Pues… con agua, sol y tierra.
¡No! Así lo hacían, tal vez, nuestros bisabuelos y bisabuelas. Pero ahora nosotros nos alimentamos gracias al petróleo, al gas natural y al mineral de fosfatos. ¿Qué pone los sacos de abono que usan la mayoría de los agricultores? Aparecen tres letras: una N de nitrógeno, una P de fósforo y una K de potasio. Para cultivar, se están utilizando fertilizantes de síntesis, fabricados en procesos químicos que captan el nitrógeno de la atmósfera, utilizando grandes cantidades de gas natural. Por lo tanto, sin gas natural, y sin los fosfatos extraídos de unas pocas minas, la fabricación de fertilizantes se hunde. La explosión demográfica de la segunda mitad del siglo XX tiene mucho que ver con la expansión de la agricultura industrial. Esto no podrá seguir haciéndose así. Dentro de poco tiempo, por esa crisis de recursos, ya no podremos mantener la forma como estamos produciendo cuerpos vivos a base de petróleo y gas natural.
Mucha gente piensa que con el calentamiento global, simplemente, hará más calor. Nos han venido a decir que el problema será que en Barcelona hará la temperatura de Málaga. Pero ¿qué significa, hablando claro, que el planeta aumente su temperatura en 2 o 3 grados?
Hagamos una comparación para que se entienda qué significa que la temperatura suba o baje 3 grados de media en la Tierra. ¿Sabéis qué diferencia hay entre la temperatura actual media y la temperatura media en la época de la glaciación? Tres grados o cuatro menos. Con tres grados menos, los glaciares bajaban por toda Europa casi hasta el Mediterráneo. Esto nos da la idea de lo que significa que la temperatura media del planeta aumente tres grados. La mayor parte de las tierras que queden sobre el nivel del mar pueden ser inhabitables en ese caso. Un infierno. Y todo esto, lo sabíamos hace ya cuarenta años. Pero se impuso el negacionismo climático; y más allá del mismo, el negacionismo referido a los límites biofísicos del planeta Tierra contra los que están chocando las sociedades industriales.
Citas en el libro que T. S. Elliot escribió: “Los seres humanos no somos capaces de soportar demasiada realidad”. Esto que denuncias tú ahora es insoportable para la mayoría de la población.
O reaccionamos, o desapareceremos. Los humanos habremos sido una anécdota en la vida de la Tierra. O nos hacemos cargo de lo que está pasando y cuáles son las perspectivas reales, o adiós. Uno de los movimientos ecologistas más conocidos hoy en día se llama Extinción o Rebelión. No es un nombre elegido al azar.Pero la mayoría de los gobiernos del mundo, la ONU y muchos científicos e intelectuales como Yuval Noah Harari aseguran que, si hacemos un esfuerzo de contención en la contaminación y apostamos por la tecnología verde y la energía renovable, podríamos salvar la Tierra de un calentamiento por encima de los 2 grados.
Hay una nueva fe religiosa que se llama tecnolatría. Ésta es la fe básica de esta sociedad. Resulta llamativo cómo Harari, por ejemplo, ignora las dimensiones básicas de los problemas ecosociales.
Pero es cierto que la humanidad, gracias a la tecnología, siempre ha descubierto cómo salvarnos de la extinción y de las catástrofes. Y, como dicen más o menos ahora la mayoría de películas de ciencia ficción, si la Tierra muere, los humanos nos iremos a otros planetas a vivir.
Hoy en día esto es inviable. Y, además, yo ya escribí hace algún tiempo un libro que se titulaba: ‘Gente que no quiere viajar a Marte’.
¿Por qué defiendes que es imposible ninguna transición ecológica, ningún ‘Green New Deal’, ninguna posibilidad de un capitalismo verde que reconduzca la situación?
El problema es que alguien puede estar tentado de hacer una transición ecológica dentro de los muros de su mundo social, intramuros como suelo decir yo… y así planear nuevas tecnologías que sólo servirían a largo plazo si hubiera una cantidad de minerales ilimitada en la Tierra. Existe la idea, entre gente progresista y preocupada por el medio ambiente, de que es posible electrificar nuestra vida y basarla en fuentes de energías renovables dentro del sistema capitalista actual. Pero es imposible. El planeta Tierra no da abasto: estamos dilapidando la riqueza mineral de la corteza terrestre.
¿Pero por qué no?
Los combustibles fósiles han proporcionado hasta ahora una sobreabundancia de energía que nunca podrá proporcionar nada de lo que tenemos ahora a nuestra disposición. Comparemos la energía que dan los combustibles fósiles con el que nos da la biomasa, que potencialmente sí que sería una fuente de energía renovable: los combustibles fósiles están dando hoy 400 veces más energía de la que podría dar toda la biosfera terrestre en su conjunto -desde las algas verdes de los océanos hasta los bosques tropicales- durante un año. No es realista pensar que toda la humanidad -esa humanidad enorme de 8 ó 10.000 millones de personas- se puede pasar a la biomasa en su abastecimiento energía, con los valores dominantes y las pautas de consumo actuales. Y, además, hemos malgastado de manera imperdonable en muy pocas décadas los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) que nos había dado la naturaleza.
Eres crítico con la electrificación como solución de la economía basada en los hidrocarburos: ¿el coche eléctrico —como símbolo— no es ecológico?
Los minerales que tenemos en la Tierra son también finitos, ya lo apunté antes. Y el coche eléctrico necesita minerales como el litio o el cobalto para las baterías, una gran cantidad de plástico en su estructura…
¿Y qué hacemos entonces?
¡El modelo de movilidad debe cambiar! Nuestro hábito de movernos con vehículos de motor, aunque sean coches eléctricos, no puede seguir como hasta ahora. Lo siento, ¡hay que olvidarse de ello ya! El petróleo y el gas natural se están acabando. Pero, incluso, antes de que se acaben, hay que hacerse una pregunta: ¿cuándo dejarán de exportar petróleo y gas países como Arabia Saudí, Argelia o los otros grandes productores?
¿En 40 o 50 años?
No. Pueden dejar de exportar en unos diez años. Hacia el 2030; y cuando ellos dejen de exportar, nuestro sistema de movilidad se hundirá en unos cuantos meses (y otras bases de nuestra sociedad petrodependiente). ¿Nos hacemos ya cargo de la realidad? ¿Podemos comportarnos como adultos? ¿O seguiremos funcionando como si fuéramos un niño que no quiere soltar su juguete a pesar de todos los peligros y riesgos que hay?
Llamas al siglo XXI el siglo de la Gran Prueba. Cuéntanos por qué.
Desde mediados del siglo XX, vivimos bajo la sombra de una posible autodestrucción humana a través de las armas de destrucción masiva. Ahora, sin embargo, hay algo que ha cambiado. Antes, sufríamos por si una cadena de errores y conflictos hacía que alguien pulsara el botón nuclear; ahora, el problema es que el funcionamiento ordinario de las sociedades industriales capitalistas, debido al calentamiento global y otros procesos destructivos, nos lleva hacia un escenario similar al de una guerra nuclear generalizada en el planeta.
Hay una frase tuya muy conocida: “El cambio climático es el síntoma, pero la enfermedad es el capitalismo”. Naomi Klein decía en su libro ‘Esto lo cambia todo. El capitalismo vs. el clima ‘que “hay una guerra entre el capitalismo y la Tierra, y el capitalismo la está ganando”. ¿Pero cómo argumentas que es imposible frenar el cambio climático dentro del capitalismo?
Si viviéramos en un planeta con recursos infinitos, quizás, quizás, quizás sería posible un capitalismo verde. De hecho, la economía convencional funciona como si viviéramos sin límites. Vivimos, como decía el economista Kenneth Boulding, ya en 1966, en una “economía del cowboy”, donde siempre conquistamos nuevas fronteras que nunca se acaban, y deberíamos haber pasado ya a una “economía de la nave espacial”, pensando la Tierra como un sistema finito en cuanto a materiales, donde, al igual que en las naves espaciales, todo debería reciclarse y reutilizarse. Tenemos una cultura que cree que hay una capacidad infinita de conseguir recursos y derrochar energía. El problema fundamental no es el libre mercado en sí mismo, sino la dinámica autoexpansiva de la acumulación de capital. Hay que poner fin a esa dinámica autoexpansiva que nos está llevando a chocar violentamente contra los límites biofísicos del planeta. ¿Esto significa una sociedad donde no haya ningún tipo de mercados? No debería ser así necesariamente; aunque ése no sea nuestro problema principal.
En el libro denuncias que hay un problema de fondo: el cultural, nuestro modelo de consumo y nuestras maneras de vivir. Parece más difícil cambiar nuestra mentalidad que cambiar el capitalismo.
El problema es que lo ecológicamente necesario es hoy cultural y políticamente imposible. Ahora ya sabemos cómo funciona el sistema climático y sabemos que, si nos descontrolamos, acabaremos en un ecocidio y un genocidio. Los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), que hacen unos estudios científicos muy prudentes, dicen que, si queremos tener alguna opción de subir sólo 1,5 o 2 grados, tal como marca el Acuerdo de París, las sociedades sobredesarrolladas como la nuestra debemos reducir anualmente las emisiones en un 8% o un 10%. Por lo tanto, esto significa que los gobiernos y las grandes industrias deben contaminar menos y, al mismo tiempo, significa que todos debemos cambiar nuestros hábitos. Un cambio completo del modelo de producción y consumo.
Defiendes que el crecimiento sostenible es un oxímoron… y que hay que iniciar ya la apuesta por “una contracción de emergencia”: la teoría del decrecimiento (que inspiraron hace años Serge Latouche y otros) no ha terminado de cuajar, ni siquiera en ningún programa de izquierdas.
Es la única alternativa para colapsar mejor. Yo, si pudiera aconsejar al lector de CRÍTIC, le diría esto: por un lado, piense cómo puede organizarse de manera colectiva, no individual, en su vida cotidiana y las cosas cercanas para alimentarse, moverse, vivir de un modo lo más sostenible posible. Y, por otro lado, en paralelo, piense como luchar políticamente ante los grandes retos como la movilidad, el modelo energético, un programa agroecológico global… El objetivo final es muy difícil, sí. Mientras tanto, sin embargo, hay que hacer cosas. Pero no en soledad ni de manera aislada. Lo que podemos hacer es organizarnos de forma que, cuando las señales de la gran catástrofe sean ya visibles para la gran mayoría de la población, tengamos margen suficiente para poder responder lo mejor posible.