Todo buen español debe mear siempre mirando a Inglaterra.
Luis XIV, «el Rey Sol», estandarte de la monarquía absolutista, llevó a Francia a una de sus épocas más gloriosas. Lógicamente, no todo fueron días de «miel y rosas» ya que durante varios años estuvo sufriendo «en silencio las hemorroides», para ser más exactos y precisos una «fístula anal«. Siguió varios tratamientos, propios de la época, que no hicieron otra cosa que empeorar su real culo. Hasta que llegó un momento que la situación era insostenible y le ordenó a su médico personal, Charles Félix de Tassy, un remedio definitivo. Éste, decidió que la única solución era una intervención quirúrgica… pero nunca se había hecho antes. Así que, decidió experimentar con «otros» pacientes. Después de varias intervenciones, algún que otro contratiempo con los «voluntarios» e incluso desarrollar un instrumento específico para la ocasión, decidió que ya estaba preparado.
En 1686, el rey adoptaba una posición nada real y Charles se ponía manos a la obra. La intervención fue todo un éxito y después de unos meses de recuperación, el Rey Sol aparecía montado en su caballo. La cura del rey tuvo un impacto considerable en Francia y Europa y dio lugar a numerosas celebraciones civiles y religiosas en todo el reino. Uno de los mejores músicos de la época, el francés de origen italiano Jean Baptiste Lully, decidió componer la canción/himno «Grand Dieu sauve le Roi» (Gran Dios salve al Rey). Más tarde, llegaría a convertirse en el himno de la monarquía hasta la revolución francesa y, posterior, guillotinamiento de Luis XVI (el último rey absolutista).
En 1714, G. F. Handel estaba de visita en Francia donde «Grand Dieu sauve le Roi» era el «número uno en la lista de éxitos de la época» y se quedó con aquella pegadiza música. El 1 de agosto fue nombrado rey de Inglaterra Jorge I (de la casa Hanover) y Handel, que ya había sido músico de cámara del príncipe Jorge en Hanover, se trasladó definitivamente a Londres donde verán la luz sus mejores composiciones. Dándole vueltas a aquella música que había escuchado en Francia, y haciéndole algún arreglo, se la ofreció a Jorge I como propia y terminó por convertirse en «God save the Queen» , o «God save the King«, el actual himno británico y de otros territorios de Commonwealth.
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